Los humanos en relación consigo mismo y con el planeta
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Considero fundamental que los humanos reflexionemos sobre
nuestra relación con el astro que nos alienta, nos nutre y nos sustenta. Tan
importante como el aire que inhalamos es el agua que bebemos y la tierra en la
que crecen los alimentos con los que nos saciamos. A veces lo damos por sentado que nos lo
merecemos todo; y, apenas nos damos cuenta, de que a medida que crecemos
también disminuye el consumo de recursos, por lo que se hace necesaria una
transformación mundial de actitudes y prácticas.
En este sentido, es una buena noticia que la Comisión
Europea haya puesto en marcha un debate científico sobre cómo alimentar al
planeta. Por cierto, la discusión está vinculada al tema de la Exposición
Universal de este año (Expo Milano 2015), activando de este modo un auténtico
debate político sobre la seguridad alimentaria mundial y la sostenibilidad.
Desde luego, hemos de pensar en la manera de mejorar la salud pública a través
de la nutrición, quizás aumentando la seguridad y calidad de los alimentos en
un mundo globalizado, además de reducir la pérdida de víveres y los residuos.
Por consiguiente, pienso que deberíamos concienciarnos toda la especie humana
mucho más sobre este asunto público global (alimentación, nutrición y medio
ambiente), y máxime cuando las naciones están más estrechamente vinculadas
entre sí que nunca.
Efectivamente, cuando falta la solidaridad en un país se
resiente todo el planetario. Téngase en cuenta que el derecho a una
alimentación saludable es una cuestión de dignidad, no de limosna. Considérese
también la prioridad del ser humano sobre cualquier mercadería o especulación.
Asimismo, tenemos la necesidad de cuidar y proteger a la madre naturaleza,
aunque sólo fuera por propio interés, para que ella no responda con la
destrucción. Precisamente, en este mes de abril, que celebramos el Día
Internacional de la Madre Tierra (el 22), deberíamos fijarnos como objetivo
cuidar de nuestro único hogar. Sea como fuere, a mi juicio, necesitamos una
mayor eficiencia de las ciudades y una mejor gestión y protección de nuestros
campos, y poner las energías alternativas como oportunidad para defender la
naturaleza.
Hoy, cuando el hambre es completamente evitable, hemos de
reconocer que, sin embargo, la cara de la desesperanza se acrecienta. Es un
vivir sin vivir. A veces yo mismo me pregunto: ¿Qué nos sucede para mostrar
tantas desilusiones?. Por desgracia, multitud de vidas están atrapadas en la
más horrenda miseria y viven en condiciones inhumanas, muchas veces son
víctimas del asedio al que les someten los grupos armados en conflicto, y en
otras ocasiones son mártires de la escandalosa deshumanización de la propia
especie humana. Indudablemente, la Unión Europea es un actor crucial de cambio,
por una parte es el mayor exportador mundial de alimentos y el segundo mayor
importador, además del mayor donante de ayuda humanitaria.
Sin duda, tenemos que humanizarnos, querernos mucho más,
amarnos sin límite. Nadie debería verse obligado a abandonar su tierra, ni su
propio hábitat cultural, por la falta de los medios esenciales de subsistencia.
Evidentemente nuestra mentalidad tiene que cambiar. No podemos vivir encerrados
en nosotros mismos, con una actitud de pasividad, de indiferencia, cualquiera
de nosotros podíamos vernos indefensos. De ahí la importancia de avivar primero
la cultura del encuentro, de la concordia entre nosotros, para luego dar otros
pasos que nos reanimen como sociedad verdaderamente humana, desterrando de
nuestros horizontes la lógica de lucro y la ganancia con el ser humano.
De entrada, sabemos que la investigación y el desarrollo
rural es una de las herramientas más eficaces para aumentar sustancialmente la
producción agrícola de una manera sostenible. En el área de la salud y
seguridad de los alimentos, hemos de establecer los más altos estándares de
seguridad alimentaria en el mundo mediante una evaluación de riesgos. Como la
nutrición es un factor determinante de la salud, la promoción de dietas sanas
han de ser nuestro inmediato objetivo. Bajo estos signos esperanzadores,
únicamente nos queda retornar a una actitud de admiración, de contemplación
armónica del ser humano consigo mismo y con el planeta, de escucha a la
creación y de audiencia con nuestros semejantes. ¡Impliquémonos!.