miércoles, 20 de abril de 2016

Verificación ambiental sólo es recaudatoria; no mide ni medirá contaminación



Por José Luis Camba Arriola (Artículo)
  
Ciudad de México

CINCO PRECISIONES SOBRE LA VERIFICACIÓN VEHICULAR

1. ¿Qué es?

No es una prueba para medir la emisión de contaminantes que producen los motores. No. Es una prueba para medir la eficiencia en el consumo de un motor.

El Factor Lambda (que es el nombre técnico de la prueba), fue diseñado por el Dr. Brettschneider en 1979 para la compañía alemana Bosch. Su propósito era medir la riqueza de la mezcla en una combustión. Por ejemplo, la relación entre oxígeno (comburente) y gasolina (combustible). Es decir, para saber cuál es la combinación óptima de los dos. Por cierto, que ninguno de ellos es contaminante. Éstas son las variables medibles, las otras (el monóxido y los hidrocarburos) son constantes, o sea, de contraste.

2. ¿Cuándo se inventó?

En 1979. En esos años, después de la crisis del petróleo del 79, en que el precio se disparó 2.7 veces, Jerry Brown Jr., hoy y entonces gobernador de California, conocedor de las consecuencias de la crisis anterior, la del 73, alentó formas de ahorro de combustible para su Estado. Bosch no desperdició la oportunidad y se sumó a la convocatoria (la mayoría de los motores utilizaban componentes eléctricos o electrónicos -bujías, distribuidores, cables, etcétera- fabricados por Bosch).

3. ¿Para qué se inventó?

Para ahorrar gasolina.

En aquellos años, la mayoría de los motores funcionaban con carburador. No contaban con computadoras que les ayudaran a combinar automáticamente el volumen de oxígeno y gasolina; su relación dependía de factores barométricos (altitud y temperatura). Esto impedía que se pudieran regular (en los aviones de carburador, el aire y la gasolina se pueden controlar manualmente dependiendo de estos factores -tienen dos “aceleradores”-, en los vehículos terrestres no).

Como resultado de lo anterior, el gobierno californiano subvencionó (típica actitud demócrata) a las estaciones locales de análisis de eficiencia en el consumo de combustible. Se pretendía, atinadamente, que dependiendo de la época del año y del nivel del mar, es decir, de los factores barométricos, los ciudadanos pudieran saber si tenían que enriquecer o empobrecer la mezcla de aire y gasolina (esto se consigue abriendo o cerrando la esprea -que es un tornillo- del carburador).

El siguiente gobernador, Deukmejian, lo hizo obligatorio (típica actitud republicana) bienalmente para los vehículos de más de seis años y matriculados de 1976 en adelante (los carburadores anteriores no se pueden regular pues carecen de esprea variable).

La prueba recibió el nombre de “Smog Check” puesto que se medía a través del tubo de escape (“smog pipe”) y medía (como sigue midiendo) el balance ideal entre oxígeno y gasolina después de la combustión.

4. ¿Por qué la usamos en la Ciudad de México?

Fácil, para recaudar dinero.

Es un impuesto y nada más. De hecho, el impuesto ideal: los contribuyentes lo pagan pensando que ayudan (contribuyen) a mejorar el ambiente. Es una especie de penitencia por “contaminar”. En un mundo ideal, nos deberían devolver todas las verificaciones que hemos pagado inútilmente para algo que no es lo que dicen que es (sin contar con que los dueños de los Verificentros se han llevado parte de la tajada -mejor sería que Tesorería lo cobrara anualmente, y ya, sin trámites ni intermediarios).

Lo que los contribuyentes no saben es que cuando su automóvil emite más oxígeno de lo normal, no pasa la verificación (significa que la mezcla es demasiado rica y desperdicia oxígeno, por lo tanto consume mayor combustible); por el contrario, cuando emite más dióxido de carbono que el ideal, tampoco pasa (la mezcla es demasiado pobre y desperdicia gasolina, por lo tanto consume mayor oxígeno del necesario).

Ahora bien, si la prueba Lambda fue diseñada para establecer el óptimo consumo de oxígeno y gasolina de un motor, lo correcto sería que la prueba se llevara a cabo, atendiendo a las características específicas del motor y no a las del año de fabricación. Por lo que el error más grande es que una prueba que determina el funcionamiento de un motor específico, sea aplicada de manera general a todos los vehículos que circulan en la ciudad.

5. ¿Su endurecimiento a partir de julio ayudará a que solamente circulen los vehículos menos contaminantes?

Simplemente: no.

Los “contaminantes” medidos por el Factor Lambda son el oxígeno, producido por las plantas, y el dióxido de carbono, por la combustión de cualquier tipo (los animales lo producimos al respirar -una forma de combustión). En exceso, un ser humano sometido a la verificación no la pasa (demasiado dióxido de carbono); una planta cualquiera, de las verdes, tampoco (demasiado oxígeno).

El valor Lambda ideal es 1.000. Si su auto, como el mío, arroja 1.010 significa que consume el 1% más de combustible de lo que idealmente debería. Si su valor es por debajo, por ejemplo 0.950 es que consume 5% más del oxígeno deseable. Aunque en ninguno de los dos casos significa que uno u otro contaminen, pues como ya aclaré: el oxígeno no contamina y el dióxido de carbono tampoco.

Por otro lado, el factor A/F (oxígeno/combustible) de las gasolinas es de 14.71. En la medida que su vehículo se acerque a este número (por ejemplo, el mío es 14.72) será más eficiente (por cierto, que mi automóvil es 2006). Eso significa que sólo que no permitan un margen de uno por ciento en el valor Lambda y 0.01% en el factor A/F, mi vehículo pasará, pero el gobierno no sabrá, ni yo tampoco si contamina más o menos que los demás. A propósito, ese número varía según la marca de la gasolina y la temperatura ambiental.

En fin, que la verificación no mide ni medirá la emisión de contaminantes que producen los vehículos. Ni siquiera, cuando el gobierno la “endurezca”, en el próximo mes de julio. Seguirá recaudando dinero, y mucho, que para eso la usa nuestra tan eficiente administración pública. Pero para nada más. Sin importar que lo haga conscientemente o por ignorancia, que un gobierno engañe a sus ciudadanos en algo tan relevante como su salud o sus impuestos es, al menos, deplorable. Hay mejores aproximaciones para reducir la contaminación y formas más honestas de recaudar dinero.

---

En resumen, el método para calcular Lambda (Balance de Oxígeno y Combustible) parte de la medición del óxido de carbono, el dióxido de carbono, los hidrocarburos sin quemar y el oxígeno sin consumir en el escape (si se utiliza, como en México, un analizador de 4 gases, debe medirse el nitrógeno -aunque su efecto es prácticamente nulo, sólo 0.05% del oxígeno utilizado). La ecuación compara todo el oxígeno en el numerador y todas las fuentes de carbono e hidrógeno en el denominador para calcular el contenido de oxígeno y combustible; y obtener el valor Lambda para saber la relación hisométrica entre aire y combustible (A/F). “Bosch Technische Berichte”, Vol. 6 (1979) No. 4, páginas: 177-186.

Algo más que palabras

Árboles para la tierra; libros para el mundo

Víctor Corcoba Herrero/ Escritor               
Para mí, persona de acción ilusionante más que de sueños, abril es un mes reivindicativo, de despuntar recuerdos, de florecer deseos, de nacer porque alguien nos imagina, de hacer repaso de uno mismo, con la prudencia lógica para no desfallecer y arruinar el presente que es nuestro, lo poco que nos queda, y así encarar el futuro  y volver a ser primavera con el optimismo preciso, pero también necesario, para poder proseguir el camino, sobre todo, hacia sí mismo. Y en efecto, este tiempo tiene dos onomásticas francamente meditativas. Por una parte, celebramos el Día Internacional de la Madre Tierra (22 de abril); y, al día siguiente, aclamamos el deseo de despertar el alma a través de los libros, con motivo del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor (23 de abril).

Sinceramente, reconozco que me fascina esta época, con la enorme multiplicación de árboles, de todas las especies; y de libros, de todas las ramas del conocimiento, lo cual no deja de ser esperanzador, porque tal vez  podamos despertar, pues vivimos en un periodo fascinante, pero también muy peligroso. El ser humano se ha vuelto opresor. Domina la tierra a su antojo antes de haber aprendido a dominarse a sí mismo. Se cree Dios, y en lugar de pensar en socorrer a su mismo hábitat y a su misma especie, utiliza el egoísmo, la altanería, como abecedario de sus andanzas, en vez de haber aprendido según la naturaleza, es decir, de acuerdo con la ética y la estética, o si quieren, con la moral y la virtud. Por eso, es tan importante interpelarnos y requerir árboles para el planeta y libros para el ser humano. Sólo así podremos avanzar. 

Si un libro es un sol naciente para nuestras vidas, también los árboles son una fuerza reconstituyente, en la medida que nos ayudan a respirar aire limpio y a contrarrestar la pérdida de especies. En consecuencia, nos llena de alegría que el tema de este año tenga como objetivo plantar 7,8 millones de árboles en los próximos cinco años. No olvidemos que la "Madre Tierra" es una expresión común utilizada para referirse al planeta en diversos países y regiones, lo que demuestra la interdependencia existente entre los seres humanos, las demás especies vivas y el orbe en el que todos habitamos. Por consiguiente, la humanidad debe reconocer que ha llegado el momento de servir al astro  y de dejar de utilizarlo en beneficio de nuestro afán especulador. Lo mismo sucede con los textos escritos, ha llegado el momento, no solo egoístamente de crear, también de compartir sabiduría y conocimiento, más allá de las fronteras y las diferencias, de las culturas y de los cultivos.

Indudablemente, los actos contra la naturaleza siempre pasan factura al ser humano. Si en verdad, por tanto, utilizásemos los libros como cauce comprensivo y de respeto, ya que ellos mismos encarnan la diversidad del ingenio humano, seguramente, veríamos en el gran libro del cosmos, esa sensación armónica que se respira en cada momento, y que contribuye a verbalizar que somos una sola familia en una atmósfera diversa, donde todos tenemos cabida, y donde todos merecemos respeto y consideración, simplemente por lo que somos, una historia viva y un patrimonio humano para forjar un destino común. De ahí que, como ya decía el gran orador y político Cicerón en su tiempo, la naturaleza haya puesto en nuestras mentes un insaciable deseo de ver la certeza, dado que en ella nada hay superfluo, hasta el punto que la propia maldad se considera esencialmente antinatural. 

Sea como fuere, produce un inmenso dolor pensar que los seres humanos no escuchen a la creación, no se dejen entusiasmar por ella. Realmente, hemos perdido nuestra capacidad de asombro, de contemplación, de lucidez por lo verdaderamente espectacular. Somos tan insensibles, que nuestra propia vida humana, muestra una indiferencia total, ante algo tan noticiable como el acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación de agua, los agrotóxicos inadecuados, que están poniendo a la comunidad rural en riesgo de extinción. Idéntica situación viven las ciudades, cada día con menos espacios públicos, con menos parques y jardines, que hacen aún más difícil la convivencia. Confiemos en que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), que se celebrará en Quito en octubre de 2016, sea una oportunidad para examinar un nuevo programa urbano que pueda aprovechar el poder y las fuerzas que impulsan la urbanización y movilizarlos en aras del bien colectivo.

La sociedad, sin duda, sería un libro perfecto si ciertamente nos iluminásemos unos a otros, desde la autenticidad y la libertad debida. Por desgracia para toda la especie, vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología, sin que pueda nadie sustraerse a su influjo, subrayando la urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad, porque los progresos científicos por extraordinarios que sean, o las proezas técnicas nos resulten sorprendentes y el crecimiento económico portentoso, si no van acompañados por un auténtico progreso social y moral, se vuelven más pronto que tarde contra todo ser humano. En tiempos revueltos, como los actuales, precisamente son los libros, como dice la Directora General de la UNESCO, Irina Bookova, "los que representan la capacidad humana de evocar mundos reales e imaginarios y expresarlos en palabras de entendimiento, diálogo y tolerancia"; siendo símbolos de expectativa y de coloquio que debemos valorar y defender, máxime cuando la expansión cada vez más rápida del poder tecnológico, el crecimiento explosivo de la población mundial, y los patrones insostenibles de consumo y producción representan problemas sin parangón para nuestro medio ambiente.

Desde luego, no puede haber una sociedad floreciente y esperanzada cuando la mayor parte de sus miembros se mueven en la exclusión, como un producto más de mercado, donde el final perverso de las cosas nos deja sin alma. Si el progreso, para ser avance, necesita el crecimiento moral de la humanidad, es evidente que para el discernimiento hace falta poner en práctica la lectura de buenos libros, que nos hagan entrar en diálogo entre lo que nos dicen algunos autores y nuestra propia conciencia que contesta, puesto que siempre va a ser el mejor libro de moral a nuestro alcance. Al final, los recuerdos que nos dejan los valiosos volúmenes, unas veces escritos por el ser humano, otras veces firmados por la naturaleza que también nos habla a poco que le prestemos atención, son más sustanciales que cualquier hazaña.


Sería trascendental, efectivamente, poner en activo el futuro del libro, promoviendo la lectura entre los jóvenes y los grupos marginados; como también sería significativo, por ende, cambiar estas políticas económicas destructivas, que están sometiendo al mundo natural a su control, para que unos pocos privilegiados acumulen riquezas a titulo particular, a expensas de la mayoría empobrecida, subrayando que la economía debe estar al servicio del bienestar general de todos, incluida la Madre Tierra, en un ciclo tan catastrofista como el presente en que la conservación de la habitabilidad de nuestro mundo está en riesgo. ¡Sacudámonos de la ensoñación destructora!¡Retornemos a la cognición!