Jamás perdamos el entusiasmo
“El mejor protectorado nuestro es no resignarse nunca”.
El mundo requiere de más humanidad entre sus moradores.
Nuestro gran tormento en el camino proviene muchas veces de ese sentimiento de
soledad, pues somos seres que necesitamos compartir y vivir en compañía,
mayormente a la hora de enfrentarnos a una realidad dolorosa. Quizás tengamos
que aumentar la atención inmediata, apasionarnos mucho más por injertarnos esos
primeros auxilios esenciales de vida, que provienen del aliento que nos
traslademos unos a otros, universalizando además esa cobertura de salud que
logramos como derecho, si cabe aún más, con aquellos seres humanos débiles y
desprotegidos. No podemos eclipsar ninguna existencia. Cada cual, por muy
lejano que nos parezca, forma parte de nosotros. De ahí la necesidad de ser más
respetuosos con nuestros análogos, de superar comportamientos destructivos y de
recuperar con urgencia ese sentido innato de cohabitar unidos. Haciendo
humanidad nos conoceremos mejor y batallaremos por cada niño que nos nace,
porque es nuestra continuidad en el linaje.
Jamás perdamos, por tanto, el entusiasmo por vivir
acogiéndonos y recogiendo ese cultivo que nos hermana, y que no debe ser otro,
que la toma de conciencia por estar y ser, pues el tiempo de nuestras andanzas
por aquí, nos exige de una gran lucha entre el bien y el mal, entre la luz y
las tinieblas. Por cierto, ya en su tiempo el inolvidable poeta español Antonio
Machado (1875-1939), nos llamaba a poner atención, a pensar que “un corazón
solitario no es un corazón”, es más bien una coraza que nos desespera y pervierte.
Por ello, es menester activar los deseos de existir, máxime en una época en la
que cada cuarenta segundos se suicida una persona. Es cierto que en algunos
países han progresado en la prevención, pero aún no es suficiente, hacen falta
incorporar nuevas estrategias y mayores controles, que fomenten las esperanzas
de realización humana. Sin duda, el mejor protectorado nuestro es no resignarse
nunca.
Por eso, es vital la ilusión de hacer realidad tantos sueños
vertidos únicamente en palabras. Sabemos que la salud es una singular
obligación de la especie, pero algunos países hacen bien poco por priorizar la
atención. Naciones Unidas nos indica que son cien millones de personas las que
se arruinan cada año por los gastos médicos. Pero a esto, deberíamos añadir,
que miles de millones de ciudadanos, también
requieren de nuestra ayuda, y de
que pasamos a su lado, sin mostrar un
mínimo de afecto, ni compasión alguna. Hay que cambiar de actitud. Nos
merecemos un nivel de existencia adecuado. Mejoremos nuestra disposición para
que así sea. Al fin, el mejor comienzo, siempre es el que se inicia desde uno
mismo. En ocasiones necesitaremos atención médica, pero otras veces lo que
requeriremos es una mera asistencia de compañía y apoyo. Lo pude comprobar hace
unos días cuando acudí a un hospital psiquiátrico, dándome cuenta de lo
importante que somos para que ese estado de bienestar completo se materialice
en cada persona. Necesitamos que nos entiendan, sentirnos amados, porque somos
seres en relación, y nuestra vida no se comprende de otro modo. En
consecuencia, nada de lo que le ocurra a alguien, debe dejarnos fríos e
indiferentes.
Aunque los trastornos por depresión y por ansiedad son
problemas habituales de salud mental que afectan cada día más a multitud de
individuos, no podemos perder ese congénito frenesí de hacernos más llevaderos
los días. Tomémoslo como tarea colectiva. Puede que la desigualdad también sea
el gran enemigo de la salud en el mundo, pero cuando la humanidad pone en
acción el empeño por lo que es un deber conjunto de colaboración entre
semejantes, nuestra vida mejora, y por ende, también la de aquellos que van a
nuestro lado. A propósito, la Organización Mundial de la Salud acaba de indicar
a los gobiernos que deben aumentar la inversión en la atención primaria, y
junto a esto, hay que exteriorizar alegría, pero también es menester activar
como punto de partida esa experiencia de amor verdadero que nos acerque y nos
humanice. Indudablemente, hace tiempo que debimos entusiasmarnos en construir
una renovada cultura del hermanamiento, respetuosa con toda vida, vivencial en
formación y en poner en práctica una gran estrategia inclusiva. La exclusión
nos deshumaniza por completo. Ese espíritu humanístico, que personalmente tanto
me afana desvela, no es prerrogativa única de algunos, ha de ser compromiso de
todos. Impidamos más derrotas entre nosotros. Fuera guerras. Al destierro las
armas y su bellaco negocio. Progrese la razón y actívese el entendimiento, de
gozar al máximo, sin robar el bienestar de los demás.
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor