CORRUPCIÓN, RIQUEZA Y PODER
México, D. F., a 21 de septiembre de 2012.- Con la reforma laboral y el tema de la transparencia, el
Partido Acción Nacional y el Presidente Felipe Calderón han puesto la mira en
un grupo de enorme poder en la vida pública de México: los sindicatos,
agrupaciones intocadas por décadas que se han convertido en cómplices de grupos
de poder, arma política para chantajear, un pesado lastre para la economía
mexicana y la productividad del país. Pero, ante todo, son edificadores de
oscuras y grandes fortunas de sus dirigentes a costa de los intereses de
aquellos a quienes deberían beneficiar: los trabajadores, pero sobre todo, del
resto de los ciudadanos cuando estas organizaciones “defienden” a los
trabajadores del Estado.
Partidos y dirigencias sindicales han levantado la voz
contra la reforma que sólo propone lo básico en una democracia: transparencia
en el manejo de los recursos de los trabajadores y en la elección de los
dirigentes. Parece algo normal en cualquiera organización, sobre todo de
aquellas como los sindicatos, donde sus dirigentes se llenan la boca para
ofrecer democracia.
El origen del movimiento obrero en México se estableció con
el surgimiento de la Casa del Obrero Mundial, fundada el 22 de septiembre de
1912 como una idea de los anarcosindicalistas españoles Juan Francisco
Moncaleano y Eloy Armenta. Luego vino en 1917 la formación de la Confederación
Regional Obrera Mexicana (CROM), Las alianzas políticas cobraron fuerza durante
la gestión de Morones como secretario de la CROM, que bajo la dirigencia de
Luis N. Morones se alejó de las ideas iniciáticas del sindicalismo al
utilizarlo para alianzas con el Estado.
Con este dirigente el sindicalismo perdió su carácter social
y de beneficio gremial al ser utilizado como mediador, es decir, controlador de
la clase trabajadora, a cambio de apoyo y beneficios particulares para sus
dirigentes y círculo cercano, como fueron puestos gubernamentales y,
posteriormente, al crearse el sistema de partidos, candidaturas a puestos
legislativos.
Los partidos de izquierda se oponen a la reforma laboral.
Podrían tener razón en ciertos puntos de la propuesta calderonista. Pero,
¿estarían dispuestos a meter las manos al fuego por los actuales líderes
sindicales, dirigentes que, incluso, mediante el corrupto control de los
trabajadores les han impedido alcanzar la Presidencia de la República?
Elba Esther Gordillo se autoproclamó presidencia vitalicia
del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el mismo que
desde 1989 ha recibido cerca de 100 mil millones de pesos de la SEP, por
concepto de "cuotas sindicales", recursos cuyo manejo y destino final
se desconoce. Lo que si se conoce son las más de 61 posesiones de bienes
inmuebles como son departamentos, condominios y casas en Polanco y Lomas de
Chapultepec, así como oficinas para ella, sus hijas y el resto de su familia a
la que se agregan los nietos. Algunas de las propiedades en los Estados Unidos
y Europa.
Carlos Romero Deschamps, cuyos hijos son la imagen del
derroche y el lujo: el varón, poseedor entre otros bienes de un Ferrari; la
mujer, notoria viajera en aviones propiedad del dirigente de los trabajadores
al servicio de Petróleos Mexicanos, que se da el exceso de manifestar la
opulencia en que vive, llevando a todos lados a sus mascotas en viajes de
compras por México, Europa, Estados Unidos y Sudamérica.
Romero Deschamps, quien oficialmente tiene un salario de
alrededor de 24 mil pesos mensuales como motorista, tiene pequeños lujos como
comprar relojes Rolex.
Napoleón Gómez Urrutia, dirigente del Sindicato Minero, es
otro caso. Nunca fue minero. Heredó el cargo de su padre, Napoleón Gómez Sada.
Es acusado de desaparecer una cantidad menor a los anteriores de las arcas del
Sindicato: 55 millones de pesos. Sin embargo, como los otros, nunca ha rendido
cuentas a sus agremiados.
Martín Esparza, dirigente de los trabajadores del Sindicato
Mexicano de Electricistas (SME) es otro monumento a la corrupción, cuya fortuna
es incuantificable como las de los otros dirigentes, quien acumuló en pocos
años de liderazgo bienes como edificios, escuelas, centros vacacionales y de
recreación, gimnasios, áreas deportivas y una duela de bambú de 103 millones de
pesos y un rancho, además de casas y departamentos.
¿Son estos líderes a los que quiere proteger la llamada
izquierda? ¿La sociedad mexicana debe proteger a los dirigentes de estas
entidades de corrupción, fuerza y poder? México debe cambiar y para hacerlo,
debe comenzar a sacudirse el lastre y algunos de estos sindicatos lo son.