Atrapados por comercios ilícitos
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
La escandalosa concentración de comercios ilícitos, en un
mundo globalizado, es por sí mismo un proceso que nos encamina a una atmosfera
de pillería verdaderamente irrespirable de atrocidades. Para desgracia del planeta, todos estos
insensibles mercados violan constantemente los derechos humanos. Pongamos por
caso, el comercio ilegal de armas, que ayuda a los sembradores del terror y a
tantos criminales a jugar con las vidas de las personas. O el mismo tráfico de
productos ilícitos, que al eludir los controles establecidos, nada es lo que
parece, lo que menoscaba la buena gobernanza de las instituciones. O el
comercio ilegal de fauna y flora silvestres, que se ha convertido en una
sofisticada forma de delincuencia globalizada, comparable con la trata de seres
humanos y el tráfico de drogas. Resulta,
pues, obvio, con este panorama de despropósitos que nos circundan, que la ética
es fundamental en cualquier relación humana.
Indudablemente, en un mundo marcado por el mal, considero
que debemos estar en coordinación unos con otros, para impedir al menos que
disminuyan estos comercios ilícitos. Si en verdad queremos salir de este
círculo vicioso, contrario a la protección de la vida y a la dignidad de toda
persona humana, hemos de desterrar todos los mercados negros, inclusive
cualquier tipo de abuso que nos encontremos a pie de calle. Desde luego, este
alarmante aumento de ilegalidades lo que genera es una cultura de conflicto que
ha de propiciarnos, con urgencia, el deber moral de tomar decisiones concretas
y oportunas, sobre todo para promover otros sistemas de vida más
armónicos. Pienso, por ejemplo, que la
comunidad internacional debería intervenir mucho más ante esta proliferación y
disponibilidad de ofertas y demandas indebidas. A mi juicio, no hay que ahorrar
ningún esfuerzo para bloquear este comercio nefasto para todos.
Toda medida, por mínima que nos parezca, bienvenida sea. Al
respecto, cada año el 31 de mayo, la Organización Mundial de la Salud y sus
asociados celebran el Día Mundial Sin Tabaco, con el fin de destacar los
riesgos para la salud asociados al consumo de cigarrillos y promover la
aplicación de políticas públicas eficaces para reducir ese consumo. Con ocasión
de esta onomástica, en este año 2015, se exhorta a los países precisamente a
que colaboren para poner fin al comercio ilícito de productos de tabaco. Sin
duda, esta mercadería ilícita ha de ser un motivo de inquietud a escala
mundial, y, en consecuencia, es una acertada decisión reflexionar al respecto
sobre lo que puede generar esta ilegalidad, no sólo a nivel de salud, también a
nivel de corrupción. Justamente, la Comisión Europea ha calculado que el
comercio ilícito de cigarrillos cuesta a la Unión Europea y a sus Estados
Miembros, más de diez mil millones de euros cada año en concepto de impuestos e
ingresos aduaneros no percibidos.
Sea como fuere, recordemos que un ilícito es aquello que no
está permitido legal o moralmente. Se trata, por lo tanto, de un
quebrantamiento de la norma o, en todo caso, de una falta de ética. De todas
maneras, no podemos seguir haciendo oídos sordos ante estos desvergonzados
comercios, revestidos de brazos inmorales, que violan los convenios
internacionales y están estrechamente unidos, no sólo a los peligros actuales,
sino también al terrorismo, al crimen organizado y al narcotráfico. Por otra
parte, cada día son más las personas que son objeto de comercio ilícito,
forzados a convertirse en escudos, en personas maltratadas, violadas, abusadas.
Naturalmente, hay una relación entre la explotación ilegal de los recursos
naturales, el comercio ilícito de esos recursos y la proliferación y el tráfico
de armas, lo que conlleva a exacerbar los problemas, avivando un clima de
violencia como jamás.
Esta espiral de contiendas, en un comercio de ilícitos, no
beneficia a nadie, porque todo lo distorsiona a su antojo y dominio. Es público
y notorio, que cuando se desmoronan los más básicos principios humanos, el otro
es siempre un rival, un enemigo al que hay que derrotar como sea y a cualquier
precio. De ahí la necesidad de que debamos entre todos entendernos, promoviendo
quizás una mayor comprensión entre religiones, culturas y civilizaciones. En
este sentido, pienso que los líderes tienen la misión de ser una fuente de
inspiración, ayuda y orientación hacia las personas que se esfuerzan por
promover la armonía. Advertido queda.