Estar abiertos
a todas las preguntas
“Creo que ha
llegado el momento de romper el círculo vicioso de la necedad para reabrirnos a
otros sentimientos, más esperanzadores, antes de que caigamos en la tentación
de adormecernos o desesperarnos”.
Tenemos que
ganar confianza, mostrarnos abiertos a todas las preguntas, interrogarnos más,
aunque pensemos que tenemos todas las respuestas. A veces nos invade un
concierto de pensamientos que nos confunden. En otras ocasiones, nos endiosamos
en nuestros oportunos pedestales y apenas reflexionamos. Pensamos que el
porvenir se nos da por añadidura y olvidamos que cada momento es único, que
requiere trabajarse en unidad y en unión, con fuertes dosis de tesón,
constancia en el empeño y espíritu solidario. Son, precisamente, esas energías
interiores, las que nos hacen tener otra visión más justa y menos prepotente
del acontecer diario.
En una sociedad
que busca a toda costa el beneficio personal, el éxito continuo, la riqueza
sobre todo lo demás o el goce desenfrenado; los individuos acostumbran a encerrarse en su egoísmo y no ver más allá
del interés que les mueve. Suelen, además, perder la familiaridad en sí mismos
y acaban no respetándose. Esto es grave, porque podemos tener consideración por
alguien, pero si nos transmiten sus huellas intranquilidad, el propio afecto
también se hunde. De ahí, lo importante que es sentirse acompañado en los
lenguajes; pero, de igual forma, acompasado en su esencia por alguien.
Naturalmente, con la intención de encontrar ese horizonte armónico que todos
deseamos abrazar por propia voluntad.
Desde luego, en
este momento de tantas dificultades, cuando la gente no sabe en quien apoyarse,
ya que también ha perdido la convicción en las instituciones políticas, no es
fácil levantarse cada día y ponerse en camino. Lo reconozco. Hemos arrinconado
algo tan vital como crecer en honestidad. Y así, ese espíritu liberal con el
que solemos bautizarnos cada despertar, no es tal; pues, para que la democracia
mejore, los parlamentos han de ser más fuertes en ética, transparentes en su
obrar y responsables en sus acciones, lo que conlleva estar siempre, en
disposición de servicio, hacia toda familia humana. Pensemos continuamente en
ese bien colectivo, que los hombres de gobierno han de tutelar, junto a cada
ciudadano, con el cumplimiento de su
deber.
En
consecuencia, hoy más que nunca tenemos que favorecer esa apertura y
universalizarla. Está visto que favoreciendo la disponibilidad, con la
coordinación y el intercambio de experiencias, es como verdaderamente se avanza
en humanidad, contribuyendo de este modo, a la defensa y a la promoción de los
derechos humanos, que siempre hemos de salvaguardar, para ser constructores y
no destructores de vida. Seamos claros. Por tanto, el problema radica en que
nuestra mirada es muy corta. Sólo hay que ver el gran fracaso del mundo ante la
pandemia. La cuestión no es el rechazo de las personas a las vacunas, sino que
no hay suficientes dosis disponibles para todos los moradores del planeta.
Dejemos de
inventarnos películas falsas. Lo que se está poniendo en escena con estas
realidades, entre tener o no tener una inoculación, es lo injusto que es
nuestro mundo, evidenciando la desigualdad que prevalece entre naciones. Es una
especie de enfermedad natural, no sensibilizarse, con esas masas hambrientas de
manos tendidas. Bajo esta atmósfera de crueldades, jamás vamos a alcanzar ese
sosiego que todos necesitamos. Sin embargo, creo que ha llegado el momento de
romper el círculo vicioso de la necedad para reabrirnos a otros sentimientos,
más esperanzadores, antes de que caigamos en la tentación de adormecernos o
desesperarnos. Lo primordial es sumar fuerzas, con un estilo comunicativo
franco y creativo, favoreciendo una actitud activa y garante del buen decir y
mejor hacer. Lógicamente, quien tiene los ojos abiertos ve brotar una ilusión
en cualquier esquina. Que nadie, ni nada, nos robe la alegría de la concordia.
Esta es la apuesta.
Víctor CORCOBA
HERRERO / Escritor