Un nuevo rey constitucional para otra España
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Todo ha sido impecable. Tal y como estaba previsto en la
Constitución de 1978, ha sido proclamado
Rey de España, Felipe VI, un rey constitucional altamente formado para su
cometido; que, como su padre, también aspira a serlo de todos los españoles.
Cumplido este deber constitucional pronunció su primer discurso, verdaderamente
esperanzador, en el Congreso de los Diputados, ante ambas Cámaras depositarias
de la soberanía nacional, consciente de la responsabilidad que ello supone,
pero asimismo con la mayor ilusión. Se ha dado, pues, una lección de democracia
y el pueblo, aglutinado en la diversidad, ha tomado las calles de Madrid para
celebrar este tiempo nuevo con la esperanza de una renovada época.
Sin
obviar a sus antecesores, el nuevo Rey de España subrayó de manera especial que
en esta España diversa cabemos todos, y que cada cual tiene su formas de
sentirse español. Naturalmente, tuvo palabras de gratitud para la generación
del Rey Juan Carlos I, por abrir camino a la democracia en este país.
Igualmente, tuvo un recuerdo especial para su madre, la Reina Sofía, por su
entrega generosa e impecable al servicio de los españoles. En su nueva apuesta,
hizo especial hincapié en que la Corona debe velar por la dignidad de la
institución y observar una conducta honesta. Nadie niega que el caso Nóos ha
hecho un tremendo daño a la Corona, y precisamente, en este acto de
proclamación, la gran ausente ha sido su hermana Cristina de Borbón, que desde
hace un tiempo vive apartada de la familia real por la imputación de su marido
en el citado caso.
El nuevo Rey constitucional de España tiene claro su
objetivo, el avivar proyectos integradores que miren al futuro y que todos podamos compartirlos. Apunta a un
profundo cambio de mentalidades y de actitudes más aglutinadoras, porque los
sentimientos, no deben jamás enfrentarnos, dividir o excluir, sino comprender y
respetar, convivir y compartir. No se puede decir más claro, Felipe VI, no sólo
quiere apostar por el conocimiento, la cultura y la educación, tiene la
convicción personal de que la monarquía parlamentaria puede y debe seguir
prestando un gran servicio como moderador y símbolo de la unidad y permanencia
del Estado. La independencia de la Corona, su neutralidad política y su
vocación integradora, indudablemente contribuye a la estabilidad del Estado.
Sin nostalgias, pero con un espíritu propio, el nuevo Rey
constitucional es una persona sensible y así quiso transmitir su solidaridad
con los ciudadanos a los que el rigor de la crisis ha golpeado fuertemente,
europeísta, dispuesto a alimentar las ilusiones colectivas reivindicando el
papel de su generación, con visión universal en cuanto a convicciones y
compromisos, lo que acrecienta la concordia y la esperanza del pueblo. A mi
juicio, lo más relevante es su postura contundente por la autoridad moral, que
emana de un comportamiento ejemplar, consciente del deterioro de las
instituciones, incluida la misma Corona. En este sentido, quiere ser ejemplo e
inspiración, para estar junto a los ciudadanos. Son muchos los retos a los que
ha de hacer frente el nuevo monarca, sin embargo no dudamos que su espíritu
conciliador de sus frutos. Ahí queda el primer gesto. Lo ha hecho ante Artur
Mas o Iñigo Urkullu, que apenas han aplaudido su proclamación. El nuevo Rey
está dispuesto a atender sus deseos, ahora bien se ceñirá, como se desprende de
su discurso, a una Constitución únicamente reformable desde el espíritu del
consenso.
El comienzo, pues, de este nuevo reinado para una España
distinta a la que se encontró su padre, no ha podido ser más alentador. Nos ha
alegrado ante el clima de pesimismo que nos invade. Es la mejor noticia.
Confiamos en que no defraude su cercanía a los ciudadanos, el mejor aval para
el éxito. Desde luego, la ejemplaridad de la Corona será fundamental para
derribar muros y acercar posturas.