LA SINGULARIDAD DE LA CULTURA HISPANA SE PONE DE MODA
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Coincidiendo con la fecha del doce de octubre, día en el que
Naciones Unidas celebra la lengua
española para apoyar los programas y el desarrollo del multilingüismo y el
multiculturalismo, se me ocurre hilvanar una serie de ideas, por aquello de
activar la conciencia ciudadana sobre la enriquecedora cultura hispana como
integrante de entendimiento entre los pueblos. Sin duda, el primer pensamiento
que me viene a la memoria es el creciente empleo del español como idioma
universal y, en consecuencia, como vehículo de respeto y desarrollo social. Ahí
está el progresivo interés de los pueblos de habla hispana en la labor de las
Naciones Unidas, lo cual ha venido impactando en las permanentes actividades de
la Organización a través de mayores y sostenidas consultas, interacciones y
demandas del público hispanoparlante de todo el planeta. Hoy el español es la
segunda lengua más hablada en el mundo como lengua nativa, tras el chino
mandarín, que cuenta con más de mil millones de hablantes. También nos consta
que, en los últimos tiempos, este permanente cultivo hispano se ha convertido
en el mayor valor de la "Marca España". La imagen proyectada ocupa un
lugar destacado a nivel internacional, tanto en el sector artístico, como en el
cinematográfico, musical o teatral.
Indudablemente, si la cultura hispana se ha puesto de moda
imponiéndose en el mundo por encima de cualquier prepotencia económica, en
parte fue debida a la transcendencia cada vez mayor que el español ha tomado en
el ámbito creativo y de las relaciones humanas, al ser una lengua viva,
manteniendo de este modo esa singularidad expansiva, junto a otros idiomas de
gran calado como el árabe, el chino, el francés, el inglés o el ruso. En este
sentido, hemos de aplaudir igualmente la labor de la Real Academia Española
(RAE), creada en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco, que
trescientos años después, continua fiel a su propósito de "fijar las voces
y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y
pureza". Desde aquella memorable fecha, la RAE, o lo que es lo mismo, esta
casa de las palabras, contribuye, mediante sus persistentes actividades, obras
y publicaciones, velando por el buen uso de una lengua en indisoluble
evolución, patrimonio común de quinientos millones de hispanohablantes. Por
consiguiente, hay que felicitarse y felicitarnos por ello, que en esta era
digital y en virtud del léxico, sigamos superándonos en el diálogo. Lo decía la
inolvidable novelista española fallecida este año, Ana María Matute, "la palabra
es el arma de los humanos para aproximarse unos a otros".
La afirmación de que la lengua y la cultura se
interrelacionan resulta evidente, puesto que si la lengua es un poderoso medio
de comunicación, la cultura también es un activa rueda de significados. Por
tanto, cohabita una lengua común, pero existen miles de culturas alrededor del
término. No es de extrañar, pues, que los habitantes de la antigua Hispania
romana (moradores de la península ibérica) y los ciudadanos de las naciones de
Hispanoamérica, entre los que se incluyen España y los países hispanohablantes
de América, África y Asía, así como los habitantes de Estados Unidos que sean
originarios de alguno de estos países, ejerzan una fuerte influencia en todas
las áreas, desde la política o los negocios hasta el cine, la música o el arte.
Personajes grandiosos, como el mismo Cervantes, nos injertaron voces eternas,
palabras que nos unen a todos los hispanoparlantes. Desde esta unidad de
transmisión del saber, de formación a la sabiduría en el sentido más profundo
del término, podemos y debemos avivar la cultura del encuentro, como elemento
fundamental para una renovación de nuestras sociedades.
Tenemos que perder el miedo a la palabra. No hay futuro para
ningún país, tampoco para ningún colectivo, si no sabemos ser todos más
dialogantes. La cultura hispana, como aglutinadora de culturas, puede ser un
buen referente para el discernimiento, para alentar y alimentar la esperanza,
como factor de crecimiento. Estados Unidos, por ejemplo, no se entiende si se
desconoce lo hispánico. Es importante leer la realidad, mirándola a la cara,
viendo el camino recorrido. Lo más destacado de la visión de Colón es la
inmensa sensibilidad, impregnada su humanidad de un robusto sentido del humor.
En efecto, se me ocurre pensar que quizás sea el turno de los hispanos en un
momento histórico que nos impulsa a buscar y hallar caminos de luz para un
horizonte nuevo. La desilusión lleva en ocasiones a una especie de abandono,
esta es la trampa que nosotros tenemos delante, si lo vemos todo en clave
apocalíptica. Para salir de este desencanto tenemos que ser solidarios, no
podemos lavarnos las manos e ignorar el grito de justicia, tenemos que prestar
más auxilio a nuestro semejante. Sin duda tenemos la obligación de fortalecernos
unos a otros, de cooperar, y si partimos de un mismo idioma, el español como
lengua, seguramente todo será más fácil y redundará en beneficio de los
ideales, propósitos y principios de las Naciones Unidas y en el bienestar
general de los pueblos.
Resulta público y notorio que nuestro mundo necesita unidad,
reconciliación consigo mismo, y como bien decía el poeta y médico
estadounidense, Oliver Wendell Holmes, "toda lengua es un templo en el que
está encerrada el alma del que habla"; y, ciertamente, es bajo este
imperio de sensaciones cómo se pueden extraer conclusiones y estrechar los
vínculos entre las diversas nacionalidades. Las culturas no sólo abarcan las
artes y las letras, lo científico o lo técnico, también modos de vida, sistemas
de valores, tradiciones y hasta creencias. Precisamente, en esta era de
mundialización, es menester que la palabra tome vida y propiciemos el respeto
por la cultura ajena, rompiendo barreras y construyendo puentes de unión. En
este sentido, la lengua de Cervantes, lengua literaria y humanística sobre todo
lo demás, es la mejor llave para el entendimiento, puesto que la hegemonía del
inglés es cuestión técnica y tal vez científica, sin embargo la hispanización
lingüística ha contribuido a que esta lengua común se expandiera como ninguna
por una serie de circunstancias y razones sociales. Ahora también tenemos la
tarea de propagar este lenguaje, haciéndolo más auténtico, más veraz, más del
corazón y de la vida.
Las previsiones son que dentro de tres o cuatro generaciones,
el 10% de la población mundial se entenderá en español, y en 2050 Estados
Unidos florecerá como el primer país hispanohablante del mundo. Será el
momento, de que una lengua geográficamente compacta e internacional, armonice
mediante un idioma homogéneo, la incomunicación de los nuevos tiempos, puesto
que no le falta entusiasmo. Y como escribió Paulo Coelho: "hay en el mundo
un lenguaje que todos comprenden: es el lenguaje del entusiasmo, de las cosas
hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello que se desea o en lo que se
cree". En todo caso, de lo que hay que despojarse con urgencia es de ese
lenguaje que hoy entienden todas las naciones para desgracia del planeta y de
sus pobladores, el del dinero y la hipocresía, que jamás conduce a buen puerto.
Que nos concienciemos de ello.