Con toda la pompa al alcance de la Casa Blanca, el
presidente Barack Obama recibió al papa Francisco en Washington. Una multitud
entusiasta de 15 mil personas y una nación embelesada por Francisco, un hombre
humilde que rejuvenece el catolicismo estadounidense a la vez que le provoca
urticaria a la derecha.
El papa pronunciaba su primer discurso en Estados Unidos
desde el jardín de la Casa Blanca y luego hablaba a los obispos. Ese discurso,
se aguarda con ansias, dada una cierta falta de sincronización entre un papa
que destaca la justicia social y una iglesia de la misericordia, y las guerras
que han librado los prelados estadounidenses contra el aborto y los derechos de
los homosexuales.
Desde el momento que el hombre de sotana blanca y amplia
sonrisa aterrizó en Washington, se quitó el solideo para que no se lo llevara
el viento y subió a un modesto Fiat gris, su visita fascinó a una ciudad
habituada al ir y venir de las grandes personalidades del mundo.
Washington es la primera escala de una visita a tres
ciudades —las otras son Nueva York y Filadelfia— que durará seis días.
Gente de todas las confesiones quiere participar, desde los
centenares que lo aguardaban en la Base Aérea Andrews hasta los grupos de
espectadores en torno a la misión diplomática donde pernoctó. Y se esperaban
15.000 personas para la ceremonia de recepción en la Casa Blanca.
Entusiasmos aparte, el papa y el presidente tienen asuntos
graves de que ocuparse.
Antes de su arribo, Francisco respondió a las críticas de la
derecha a sus posiciones económicas. Durante el vuelo desde Cuba, dijo a los
periodistas que algunas personas pueden tener la impresión equivocada de que se
inclina “un poco más a la izquierda”.
“Estoy seguro de que nunca dije nada más allá de lo que está
en la doctrina social de la iglesia”, aseguró.
En cuanto a los que cuestionan su catolicismo, añadió con
una sonrisa: “Si tengo que recitar el Credo, estoy preparado”.
Obama espera encontrar terreno común con el papa para dar
impulso a sus propias luchas contra el cambio climático o la disparidad de
ingresos. Pero hay fuertes discrepancias entre los dos en asuntos tales como el
aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Desde el punto de vista de Francisco, su siguiente escala
después de la Casa Blanca es acaso más difícil. El pontífice de 78 años se
reúne con los 450 miembros de la conferencia de obispos en la Catedral de San
Mateo Apóstol.
Muchos obispos han tenido dificultades para aceptar la
orientación que le quiere imprimir Francisco a la Iglesia católica hacia los
problemas de justicia social. Casi todos fueron designados por sus antecesores
Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sus prioridades han sido establecer límites
claros a las conductas de los católicos frente a la legalización del aborto,
los nuevos derechos gay y el abandono de las religiones establecidas por parte
de muchos en Occidente.
La Iglesia estadounidense gasta cientos de millones de
dólares anuales a través de sus agencias de servicios sociales y durante muchos
años ha bregado por la reforma del sistema inmigratorio para reunir familias,
recibir refugiados y dar a los pobres la oportunidad de una vida mejor. Pero la
Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos dedica cada vez más recursos a
las campañas de gran repercusión contra el aborto, la anticoncepción y el
matrimonio gay. La Razón Online
| AP
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