Progresar es vencer las dependencias que nos coartan
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
El mundo no progresa lo suficiente, por mucho que se nos
llene la boca de avances; es más, considero que, en ocasiones, tal vez
demasiadas veces, se retrocede en la medida que cada día el ser humano es más
dependiente de dominadores sin escrúpulos. Lo cierto es que la libertad no es
únicamente para soñarla, es también para vivirla, como camino de esperanza,
como estrella-guía, pues cada persona ha de poder ser ella misma, y no un
producto de mercado. Téngase en cuenta que lo importante no es crear condiciones
económicas favorables, que suelen desembocar en un final perverso, sino que
también hay que activar la convicción interior, cada cual consigo mismo, de ser
dueños de su propia existencia. De lo contrario, no seremos felices puesto que
en la misma búsqueda interna nos sentiremos ahogados, oprimidos, sin fuerza
para proseguir camino alguno. De nada va a servir la libertad de expresión, si
la libertad de pensamiento, está tomada por los que mueven los hilos del poder.
Lo mismo sucede con la libertad de movimiento, tampoco va servir de mucho, si
luego nos encontramos con el muro de la exclusión. El día que deje de ser un
privilegio de algunos la libertad de acción, y pase a considerarse un hábito a
cultivar por todos los ciudadanos, entonces sí que habremos florecido
responsablemente.
No hay que tener miedo a despojarnos de aquello que nos ata,
luego, nadie tiene derecho a mandar sobre los demás de manera desenfrenada. De
esta autonomía responsable del ser, es de donde ha de nacer una libertad
ilimitada de conciencia, una libertad absoluta de cultos y de ideas, una
libertad que nos impida ser esclavo de nadie; y, de este modo, poder pensar y
hablar sin hipocresía, poder ser y actuar francamente. Con razón, el verdadero
conocimiento y la autentica libertad se halla en los sembradores de la verdad y
de la justicia y en el compromiso de cada individuo por el bienestar de
nuestros semejantes. Estimo, subsiguientemente, que es una buena noticia haber
pensado este año para conmemorar el día de los derechos humanos (diez de
diciembre), en el tema de las "libertades" que se desprenden de la
dignidad inherente a la persona humana, reconociendo que, con arreglo a la
Declaración Universal de Derechos Humanos, no puede realizarse el ideal del ser
humano libre, liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen
condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos,
sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos,
considerando, que la Carta de las Naciones Unidas impone a los Estados la
obligación de promover el respeto universal y efectivo de los derechos y
libertades humanas.
Dicho lo cual, si en verdad queremos progresar como especie
humana, tenemos que coartar la tiranía de ciertos fanáticos que gobiernan con
desprecio a las personas, con inmoralidad manifiesta, y con una libertad que no
respeta la autonomía del prójimo. Precisamente, un día antes, el nueve de
diciembre, Naciones Unidas, con motivo de la conmemoración del Día
Internacional contra la corrupción, nos invita a romper estas cadenas, un
complejo fenómenos social, político y económico, que afecta a todos los países
para desgracia de todo el planeta. Por ejemplo, socava las instituciones
democráticas al distorsionar los procesos electorales, pervertir el imperio de la
ley y crear atolladeros burocráticos, cuya única razón de ser es la de
solicitar sobornos. También atrofia los cimientos del desarrollo económico, ya
que desalienta la inversión extranjera directa y a las pequeñas empresas
nacionales les resulta a menudo imposible superar los gastos iniciales
requeridos por esta actitud de podredumbre. Al final, la factura de todos estos
desórdenes a quien más golpea es a los desfavorecidos, ya que el mundo y sus
moradores no puede afrontar por más tiempo el gasto que representa la
corrupción ni tolerarla. De ahí, lo importante que es unirse para luchar por la
justicia y la equidad en el planeta, dejándonos guiar por la ética, la
transparencia y la rendición de cuentas públicas, o sea, por la estética de un
orbe fraternizado.
Además, sólo se progresa cuando se piensa en unión, haciendo
de la unidad una apertura de horizontes, para poder mirar lejos y en qué
sentido actuar, cuestionándonos con valentía nuestro modo de ser, de compartir,
de administrar, de servir para procurar el bienestar de toda la ciudadanía. El
mundo actual se enfrenta a diversos problemas, como la desigualdad, la
discriminación y la intolerancia; a lo que hay que sumar, el cambio climático,
el terrorismo y el extremismo violento. A mi juicio, el mayor progreso radica
en inculcar una mentalidad de una cultura armónica, que reconsidere al ser
humano como lo más importante, con una nueva conciencia del poder intemporal de
la Declaración Universal de derechos humanos, haciendo todo lo posible para
defender los ideales, entre los que está ese don excelente de la naturaleza
como es la libertad con sentido responsable, algo propio y exclusivo de los
seres racionales, y las aspiraciones ciudadanas, que son válidas para todas las
culturas y todas las personas. Ahora bien, esta ansiada libertad, concedida
indistintamente a todos y para todo, no radica en el capricho, sino más bien en
la prudencia humana, que ha de considerarse legítima en la medida que nos ayude
a crecer y a convivir.
En efecto, cada individuo es un buscador de vida, o de
verdad si quieren, más allá de un corazón encerrado. Al fin y al cabo, todos
tenemos derecho a vivir según los principios moralistas de esa autenticidad
hallada. No se entiende, en consecuencia, que subsistan verdaderas persecuciones
por motivos de pertenencia religiosa, e incluso se activen contiendas. Esto nos
contradice como personas de verbo, nos hiere el raciocinio, y por ende, también
dificulta la concordia y humilla algo tan níveo como la propia dignidad humana.
Quizás, por ello, sería saludable educar para el ejercicio
de la libertad, que, a mi manera de ver, ha de reconocerse lo más ampliamente
posible y no debe restringirse sino cuando es necesario y en el modo que lo
sea. Un mundo que avanza, efectivamente, es un mundo que se humaniza con un
corazón solidario e ilusionante, que se reinventa cada día con una cultura de
proximidad, de acercamiento, de encuentro y de diálogo.
Para ese cultivo, sabemos que la Oficina del Alto
Comisionado para los Derechos Humanos ha sido galardonada hace años con el
récord mundial Guinness por haber recopilado, traducido y difundido la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en más de 380 idiomas y
dialectos: desde abjasio hasta zulú. La Declaración Universal es, por tanto, el
documento más traducido, de hecho, es el documento más universal del mundo.
Ahora nos queda darle fundamento, razón de vida, a ese lenguaje, donde cada
ciudadano tiene derecho a ser oído, a decir lo que piensa o a dejar claro lo
que quiere. Por desdicha, muchos pobladores de todos los países vienen
expresando claramente que están hartos de que sus dirigentes les traten con
humillación y haga caso omiso a sus necesidades. Habrá que escuchar más y,
sobre todo, pensar en arroparnos más, máxime cuando miles de ciudadanos,
mujeres y niños, son torturados hasta la muerte, violados, bombardeados,
tiroteados, obligados a abandonar hasta sus hogares y privados de alimentos,
agua, electricidad, educación o atención sanitaria. Se trata de gobiernos, o de
colectivos, que siguen comportándose como verdaderos animales, sin importarles
para nada el ser humano, y aún menos, el Día de los Derechos Humanos. Para
ellos, todos los días son días de sangre en vez de días de luz y, el planeta,
una selva para compartir un mismo odio en lugar de un mismo amor.
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