El fanatismo y lo irracional aventaja a la razón
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Decía el inolvidable Antonio Machado que "tras el vivir
y el soñar, está lo que más importa: el despertar". Es una evidencia que
no le faltaba razón. En cada palabra,
naturalmente, hay una chispa de vida. Pero hay que saber llenarse del vocablo
justo y preciso, separándolo de doquier interés. Por desgracia, abundan
demasiados predicadores que nos confunden. Hoy se habla bien poco del
crecimiento inmoral de la humanidad, causante de tantos hechos con tintes de
irracionalidad fanática, que nos retroceden como especie. Ahí están, como botón
de muestra, las economías insensatas, absurdas, incoherentes, salvajes,
fortaleciendo la desigualdad y, por ende, generando un mundo de contradicciones
con final perverso. Dicha realidad, nos obliga a una profundización crítica,
que se construye sobre la base de un diálogo de cooperación entre unos y otros.
Indudablemente, las esperanzas crecen cuando se dan las bases de una futura
condición de vida más sosegada, más rica de relaciones humanas, más respetuosa
y libre, más compartida, o si quieren solidaria moralmente.
Si en verdad utilizásemos el raciocinio generaríamos otros
sueños más éticos, más de equilibrio, con políticas fiscales responsables y
reformas estructurales más humanamente globales. Lo mismo sucede con la ola de
políticas irracionales que dan pánico escucharlas, puesto que fermentan el odio
y la venganza, en lugar de mantener la cabeza fría y el sentido común, para
poder adoptar un enfoque inteligente global que respete el imperio de la ley.
Al respecto, Ban Ki-moon, Secretario General de Naciones Unidas, comenzó
describiendo recientemente algunos de los crímenes, que calificó como
“bárbaros”, perpetrados contra la humanidad por grupos como ISIS y Boko Haram
en los últimos meses. Desde luego, todos vamos a perder si respondemos en
caliente, pues no se trata de enfrentarnos como irracionales, sino de entrar en
razón con una mayor implicación en la protección de los valores innatos y
universales. En consecuencia, los liderazgos juegan en la actualidad un papel más
importante que nunca, en la medida en que los líderes han de saber tender
puentes, no levantar murallas; han de ser ejemplarizantes, deben estar
dispuestos a sacrificarlo todo por sembrar justicia y, así, liberar al pueblo
de toda esclavitud; y, asimismo, han de saber humanizarnos, puesto que si la
razón nos hace ciudadanos de bien, la solidaridad nos conduce a ser mejores más
allá de los sentimientos.
La irracionalidad no puede aventajar a la razón, siempre en
la búsqueda de un nuevo contexto humano, donde todos podamos crecer y convivir,
tarea que nunca se puede dar por concluida. Por tanto, a mi manera de ver, es
importante no negar hechos históricos para, de este modo, poder recapacitar y
no caer en caminos ya recorridos por nuestros antecesores. Precisamente,
rechazando toda negación, ya sea parcial o total, del Holocausto como situación
pasada, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución 60/7,
condenando sin reservas todas las manifestaciones de intolerancia religiosa,
incitación, acoso o violencia contra personas o comunidades basadas en el
origen étnico o las creencias religiosas, dondequiera que tengan lugar. En
consecuencia, se decide designar el 27 de enero, aniversario de la liberación
de los campos de exterminio nazis, como Día Internacional de Conmemoración
anual en memoria de las víctimas del Holocausto e insta, a mi juicio con
verdadero acierto, a los Estados miembros que elaboren programas educativos
capaces de inculcar a las generaciones venideras las enseñanzas de este
ambiente disparatado y absurdo, como fue la tragedia inconmensurable del
Holocausto, con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro, y
cuando menos la fuerza de avergonzarnos de lo que, como linaje pensante, hemos
sido capaces de llevar a cabo. Dicho lo cual, considero que ha llegado el
momento de meditar sobre esto, pues no tiene raciocinio alguno que el ser
humano se destruya contra sí mismo, contra sus análogos, ya que al fin lo que
se demuele son vidas que nos pertenecen a todos.
De ninguna manera cerremos los ojos, aunque nos duela la
mirada por repetitivos. Excavemos a fondo en la conciencia de cada uno, en la
raíz de tanto espíritu irracional. Reconozco que me abruman tantos ideólogos en
escena; y, sin embargo, tan pocos ciudadanos buenos en acción.
Efectivamente, reconozco que me apetece
subrayar las buenas noticias, aquellas que nos infunden un rayo de ilusión. En
este sentido, nos alegra lo que ha dicho el presidente de Irán, Hasan Rohani:
"Los iraníes tendemos la mano al mundo en señal de paz, dejamos atrás
todas las diferencias, sospechas y complot, y abrimos un nuevo capítulo en las
relaciones de Irán con el mundo". Personalmente, siempre subrayaré
"lo de tender la mano", como primera llave de convivencia, máxime en
un mundo de ideólogos hostiles e insidiosos, poco transparentes, y casi siempre
sumidos en la soberbia. No importa cuán pequeño y pobre sea, lo fundamental es
tomar conciencia de lo limitados que somos individualmente, y sin embargo, la
grandeza que tenemos en su conjunto, sobre todo cuando hacemos valer la idea
Kantiana de que "todo nuestro conocimiento arranca del sentido, pasa al
entendimiento y termina en la razón". En efecto, en este sentido lo que
germina es el reencuentro con la verdad como anhelo del ser humano, lo que
supone un ejercicio de discernimiento, de auténtica libertad; pero a veces,
cuesta entrar en esa auténtica cognición ante estos mecanismos dominadores de
producción que todo lo han vuelto distante, y egoístamente encerrado, en ese
mundo de privilegios y privilegiados. Pese a estos entornos, que nos dejan sin
verbo, aún tenemos personas que se lavan las manos, como el poncio Pilato
romano y dejan caer la maldad de Caín sin comprometerse. Por otra parte, hay
otros que interpretan mal esta búsqueda solidaria, encerrándose en el fanatismo
de su verdad, e intentando imponerla a los demás como si fuésemos sus
sirvientes.
Ciertamente, no debemos desperdiciar nuestra vida, ni abusar
de existencia alguna; tampoco hemos de conservarla únicamente para nosotros
mismos, nos debemos a los demás por propio instinto natural, sabiendo que del
fanatismo a la barbarie solo media un paso. Todo requiere, entonces,
naturalidad y no hipocresía, autenticidad e ingenio, lucidez en las fuertes
razones que nos darán, sin duda, mejores acciones para combatir la emergencia
de nuevos patrones de violencia, en los que se incluyen violaciones sexuales
por las fuerzas de seguridad y un drástico incremento de desapariciones y casos
de tortura. Desde luego, esta irracionalidad fanática, aparte de llevarnos a un
callejón sin salida, nos reduce a meros objetos de usar y tirar. ¡Sálvese el
que pueda!.
Indudablemente, estos múltiples y angustiosos
acontecimientos, que se están volviendo endémicos, parecen haber hecho olvidar
en las mentes, el carácter de comunidad de cualquier vida. Por eso, la Carta de
las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos, que
consagran los principios de los derechos humanos para todos los pueblos del
mundo, ha de ser nuestro referente, para que los conflictos cedan el paso a las
razones de la justicia y de la paz. Realmente duele que el fanatismo y lo
irracional aventaje a las leyes de un raciocinio de los actos humanos y de sus
principios, con la robustez de los argumentos y el propio lenguaje del
entendimiento. Ahora bien, hay que tener cuidado que siempre hay alguien que te
dice lo que debes decir y hacer; obviando tu libertad con mil ruidosas
doctrinas. Tanto es así, que no se conoce manipulación más sutil y siniestra,
como la sembrada en este momento por todo el planeta. Siembra, que algo queda;
se dice. Lo malo es que quien siembra viento, como dice el sabio refranero,
también recoge tempestades. Tengámoslo en cuenta.
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