El ámbito familiar como escuela
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Desde tiempos inmemoriales el ámbito familiar ha sido
catalogado como la primera escuela donde realmente se enseñan los auténticos
principios y valores humanos; el lugar en el que no solo se aprende a cultivar
y a dejarse cautivar por el auténtico amor, también se reprende, al ser en
formación, cuando no hace un buen uso de la libertad. Esto siempre es
fructífero. Por desgracia, vivimos en una sociedad en la que todo se disgrega,
obviando algo tan natural como que el ser humano es un ser social por naturaleza;
y, por consiguiente, con mayor cognición, se puede decir que es un ser de
vínculos y pertenencias. De manera, que la maternidad implica necesariamente la
paternidad y viceversa, confirmación del amor e innata genealogía del ser
humano, que recibe su propia naturaleza comunitaria prolongada a través de los
descendientes, a los que han de instruir en ser dueños de sí mismos y no al
vicio tan extendido del "codicio y poseo". Indudablemente, la tarea educadora de los
antecesores tiene que despertar el sentimiento natural de la especie como
hogar, con el que hay que convivir, respetar, ayudar, entenderse, para en suma saber habitar compartiendo. En
consecuencia, considero de justicia que la Asamblea General de Naciones Unidas
decidiese proclamar el uno de junio como Día Mundial de las Madres y los
Padres, máxime en un momento en el que hay que volver a recuperar la buena
vecindad, el cuidado de unos y de otros, la estima por nuestros ascendientes de
los que provenimos y somos lo que somos.
Los hijos, por tanto, jamás se divorcian de los padres;
aunque sólo sea por el principio congénito de comunión y fecundidad. El
encuentro siempre hay que facilitarlo. Las mismas tecnologías pueden ser
útiles, cuando son bien utilizadas, sobre todo para conectarse a pesar de la
distancia, pues también tienen por delante su propio camino de vida.
Precisamente, en su resolución la Asamblea General de Naciones Unidas, apuntó a
la familia como el responsable primordial
de la crianza y protección de los hijos, para el pleno y armonioso
impulso de su personalidad, siempre que el entorno familiar sea un ambiente de
felicidad, amor y comprensión. El referente de matrimonios que no sólo han
perdurado en tiempo, sino que siguen sosteniendo un proyecto común y conservan
el afecto, pueden ayudar a otros a descubrir que los padres son los pilares de
la estructura familiar, de las comunidades y de la sociedad. Deberíamos pensar
más en esto y afrontar de una manera más profunda las crisis de los esposos,
mediante un diálogo sincero reconciliador, puesto que cuando las familias se
desestabilizan perdemos todos. A veces no nos damos cuenta, pero es en la
familia, entre hermanos, donde verdaderamente se aprende a convivir. De ahí la
importancia de las escuelas de padres en los centros educativos o los talleres
de formación para progenitores con hijos problemáticos, como medio para
fortalecer al matrimonio y hacerlo crecer, cuando menos en comunicación entre
ambos. Desde luego, sentirse perdonado y saber perdonar es fundamental en toda
familia; donde a medida que aumenta nuestra comprensión del significado de la
paternidad o de la maternidad, se plantea la oportunidad de que las personas
recapaciten, abandonen viejas punzadas, y maduren la manera de convivir, de
relacionarse, de sentir en definitiva.
Téngase en cuenta que ambos predecesores han de acordar algo
tan importante como fortalecer la educación de su prole, para bien o para mal.
Por ello, los padres más que ser meros controladores de sus hijos, han de contribuir, no sólo con
amor, también con una fuerte dosis de paciencia, al proceso de maduración de
sus retoños, para conseguir una crianza progresiva, mediante una libertad
responsable, de ascenso integral de labranza de la auténtica autonomía.
Naturalmente, más allá del contenido genético de la madurez, nuestros hijos han
de saber tomar el camino preciso con sentido e inteligencia, pues la vida de
cada cual nace cada día en nuestras manos, para vivirla cada uno consigo mismo
junto a los demás, con el don inmenso de la voluntad. Los padres no pueden
delegar en nadie la formación ética de los hijos, su desarrollo afectivo será
vital para su crecimiento posterior. Es público y notorio que el abandono
afectivo, por parte de los padres, provoca en los hijos un dolor tan hondo que
va a ser difícil olvidarlo. Las heridas van a ser profundas, tanto si son
causadas por la madre, que tienen un rol decisivo en las familias al ser una
fuente potente de cohesión social e integración, como si son originadas por el
padre dispuesto siempre a participar plenamente en los aspectos emocionales y
prácticos de la crianza de los hijos. Un niño corregido con afecto se siente
tenido en cuenta por sus padres, percibe que es alguien que interesa, advierte
que sus padres reconocen sus facultades y percibe además la sanción como un
estímulo. O sea, que le ayudará a mejorar como persona.
Es evidente, por ende, que un progenitor no es únicamente el
que da la vida, eso sería demasiado fácil, unos verdaderos padres son aquellos
que imprimen amor en todo lo que dicen y hacen. A propósito, sabemos que los
investigadores siguen estudiando de qué manera la presencia o ausencia de los
progenitores afecta a sus descendientes en esferas tales como el rendimiento
escolar y la delincuencia. Ciertamente, las estadísticas nos sobrecogen, son
muchos los padres que cometen actos de violencia doméstica o incluso de abuso
sexual, lo cual es devastador para las familias, -tal y como reconoce Naciones
Unidas-, y deja en los hijos hondas
cicatrices físicas y emocionales. Otros sencillamente les abandonan y no les
proporcionan sustento alguno. A mi juicio, estas realidades son gravísimas, por
la irresponsabilidad que conlleva, a la vez que genera una forma concreta de
salvajismo, destruyendo algo tan níveo como el amor verdadero, que no entiende
de odios y mucho menos de venganzas. Por desgracia, hoy son muchas las familias
disgregadas en permanente lucha, con una actitud esencialmente interesada,
donde lo que menos importa es crear un ámbito comunitario de respeto y
consideración hacia el otro. Sólo hay que analizar los datos. En España, por
ejemplo, han aumentado las rupturas
matrimoniales por la salida de la crisis. En realidad esto pasa cuando todo lo
supeditamos al dinero. Tantas veces olvidamos que únicamente es el amor lo que
en verdad nos une, nos hace familia.
Sirva, pues, este día de reconocimiento y homenaje a los
padres y madres de todo el mundo para avivar la gran responsabilidad de serlo,
y de reconocer la importancia que tiene la orientación familiar y todo lo que
contribuye a ayudar a los padres en su tarea. No puedo por menos que aplaudir
el establecimiento mundial de esta onomástica, en un momento de tantas fuerzas
contrarias contra la familia y lo que ello supone de civilización y humanidad.
Sin duda, hay que brindar por aquellas políticas que apuestan por el equilibrio
entre trabajo y familia para los padres, pues son ellos; los progenitores, con
su ternura, los que acrecientan los vínculos humanitarios. Es una lástima que a
muchos jóvenes se les prive de formar una familia por falta de oportunidades de
futuro. También es una pena que muchas personas maduras opten por separarse y
rechacen el ideal de envejecer juntos. Sea como fuere, son muchas las
contradicciones que nos invaden para desdicha nuestra. Con razón, un pueblo que
no escucha a los abuelos es un pueblo que muere. Además de que las dificultades
son más duras de sobrellevar sin una familia que te sonría. Al fin y al cabo,
aquellos que activan las espadas contra la familia no saben lo que hacen,
quizás no entiendan lo mucho que deshacen y desvirtúan, con sus necias
ideologías, llámense de género o de mezquindad.
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