viernes, 31 de mayo de 2019

Algo más que palabras


Realidades que nos entusiasman

“Prefiero los traspiés de aquella gente con entusiasmo a la indiferencia de algunos que se creen sabios”.

Hay realidades que nos entusiasman por su entramado de relaciones vinculantes, que nos dan pie para reflexionar y entendernos, ya que somos una generación muy plural que necesita aprender a trabajar juntos y a proyectar esfuerzos conjuntos. Cuando las energías humanas se ensamblan, con tesón y firmeza, los horizontes de la esperanza quedan más cerca y todo parece volverse más fácil. A propósito, se me ocurre pensar, en esos activos familiares, tipo granjas, que representan más del noventa por ciento de todas las explotaciones agrícolas del planeta. Producen nada menos que el ochenta por ciento de los alimentos del mundo en términos de valor. Sin duda, ese animoso aliento, aparte de ser un signo de salud psicológica, nos pone las alas de la pasión que siempre vienen bien para crecer y no arrugarse ante nada, tampoco ante los desengaños sufridos. Aunque, personalmente, prefiero los traspiés de aquella gente con entusiasmo a la indiferencia de algunos que se creen sabios, pienso que es triste llegar a cierta edad, mirar lo recorrido, y ver que hemos sido muy conformistas, cuando el propio amanecer de cada día nos exige la valentía de levantarnos e iniciar un nuevo andar, para afrontar los obstáculos que nos hacemos unos a otros y las remontadas que a veces se nos presentan.

Sea como fuere, con los años uno se da cuenta que el secreto de la genialidad está en no perder el entusiasmo, y en esto, el genio femenino es magnífico. Dicho lo cual, hemos de reconocer que la contribución de la mujer en la actividad agrícola siempre ha sido significativa, tanto en la producción de alimentos, desde la siembra hasta la cosecha, como en la gestión y el cuidado del ganado, en particular en los países en vías de desarrollo. Desde luego, son aquellas políticas familiares las que verdaderamente pueden contribuir a que avancemos humanamente, en un momento de tantas debilidades y pérdida de valores. Pongamos por caso, la adicción a los juegos digitales, que aparte de suponer un riesgo alto para la salud física y mental de la persona afectada, también genera un deterioro en los vínculos familiares y sociales. En consecuencia, debiéramos recapacitar en la búsqueda de nuevas situaciones, tomando como pan diario de nuestras vidas el entusiasmo, y una vez más es en el sector agrícola y ganadero, donde se encuentra ese lecho natural de familia, siempre dispuesta a arrimar el hombro para forjar un entorno cuando menos más humano. 

Por eso, es importante dar protagonismo a las familias y a los pueblos, pues si esencial es entender ese vínculo entre humanidad, creación y agricultura, no menos trascendente resulta contribuir a promover el progreso económico y social en el medio rural, tantas veces abandonado. Al respecto, nos consta que desde 1980, la atención que la comunidad internacional presta a la importancia de la familia ha crecido. Desde luego, los diversos Estados, han de propiciar que los hogares permanezcan en el centro de la vida social asegurando el bienestar de sus miembros, la educación y la adaptación social de los niños y jóvenes, así como el cuidado de los vulnerables y los mayores. Pero también, de igual modo, nuestros pueblos no pueden quedar rezagados, no en vano, constituyen la gran mayoría de los pobres del mundo; generalmente tienen salarios ínfimos, poca protección social y apenas servicios básicos. No podemos dejar ninguna población atrás. Es injusto que lo hagamos.

En efecto, estamos llamados a unificar criterios para ser cooperantes en la ayuda a quienes más lo necesitan, ya sea desde un ambiente rural o urbano. La cuestión es poner de moda el lenguaje del afán y del desvelo, que no es otro que hacer las cosas porque sí, con coraje y buena ración de amor, para conseguir aquello que se desea o en lo que se cree. Más pronto que tarde todo llega, es cuestión de trabajar y de entusiasmarse por todo lo noble, por dar significado a nuestras hazañas, por construir un camino apto para todos, que nos encamine a ese orbe sereno tras la misión cumplida. Lo cierto es que nadie puede realizar el camino por otro, tampoco podemos abandonarnos en mil vueltas y revueltas, sino en reencontrarnos cada cual consigo mismo, para estar abierto hacia los que van a nuestro lado, por si nos piden auxilio, deseosos de salir del laberinto de la necedad. No quememos los años dando rotaciones inútiles, muchas veces es cuestión de pararse y ponernos a escuchar el corazón, y él nos despertará hacia la orientación debida; la de hacer familia, siendo familia.

 Víctor Corcoba Herrero/ Escritor

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