Celebrar y dar voz en el “ahora”
“Aunque pasen los
ciclos, jamás uno debe abandonarse”
Hoy más que nunca necesitamos celebrar y advertir que la
vida, mientras se vive, también se disfruta con la certeza de que somos el
“ahora” de la presencia en el camino, el instante preciso y precioso del
compromiso, el momento de repensar lo que soy, movido por ese presente del que
cada cual es mero protagonista. Por tanto, la confianza en uno mismo es el
primer paso de todo buen caminante. Hemos de saber, además, que ningún tiempo
ha sido fácil para sus moradores. Este tampoco lo iba a ser menos. Somos débiles
y necios. Para empezar, hemos activado una crisis de valores humanos que nos
impide fortalecernos, actuar de manera conjunta y hallar soluciones a los
diversos problemas y amenazas actuales, como la pandemia de COVID-19 y el
cambio climático, las persistentes contiendas, entre las que está la amenaza
nuclear que sigue creciendo tres cuartos de siglo después del bombardeo de
Nagasaki, o la falta de transparencia en nuestras acciones humanas que
prolongan sin respetar, algo tan esencial, como los derechos inalienables de
toda existencia, la inclusión mediante un trabajo decente y los accesos a salud
y educación.
Indudablemente, el “ahora” hay que sustentarlo con la
escucha. No hay otro modo de llevarlo a buen término. Con demasiada frecuencia,
se tienden a dar respuestas interesadas, obviando que cada época requiere de
sus abecedarios. Tampoco es de recibo la creciente manipulación que se observa
en un mundo en crisis, por parte de determinados grupos políticos o poderes
económicos, que han convertido cualquier vida en un blanco fácil para las
estrategias más brutas y destructivas. Es cierto que la pandemia de COVID-19 ha
tenido graves repercusiones sociales en todo el mundo, pero de igual forma es
verdad que nuestra cultura actual explota la imagen humana, contribuyendo a
deshumanizarnos como jamás. Por desgracia, el circuito de la indiferencia y la
desigualdad entre linajes prosiguen
globalizándonos. Junto a este cúmulo de miserias, la proliferación de
noticias falsas nos deja desorientados, hasta el extremo de perder el sentido
de lo auténtico, que es como dejarse de amar. Perennemente la reputación de las
personas se pone en peligro a través de redes sumarísimas, que asesinan a
vivientes sin consideración alguna. Desde luego, ese mundo virtual que nos
encarcela, aparte de alejarnos de todo vínculo, nos está volviendo tan fríos
como las piedras.
Por eso, es fundamental celebrar el cambio de mentalidad y
actitudes, que pasa por poner fin a esta forma de abuso planetario, que nos
siega el innato entusiasmo existencial. A propósito, con buen criterio, en
1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como
el Día Internacional de la Juventud, a fin de activar su protagonismo en los
procesos de evolución. Lo que importa no es pensar en el ayer, ni en lo que va
a venir, sino en cargar con el “ahora”, hasta volverlo más generador de
ilusiones, que nos haga cuando menos despertar y existir, reiniciándonos con el
impulso de la novedad. Lo cardinal no es haber caído en un espíritu inhumano,
de vicios y malos hábitos, sino en poder salir de ellos, rebosando esperanza.
Sea como fuere, de ningún modo podemos achicarnos, requerimos de la celebración
de la unidad, pero asimismo demandamos poder erguir la cabeza. Hay cosas que
debemos batallar y una es la de perseverar viviendo en libertad. Aunque pasen
los ciclos, jamás uno debe abandonarse. El crecimiento, con la cátedra de los
años, también puede coexistir con un fuego constantemente reavivado, con un
pulso siempre joven. El alma no envejece en la vida.
En cualquier caso, nunca es tarde para construir castillos
en el aire y poder cimentarlos luego con la experiencia vivida junto a los que
nos acompañan. Lo substancial pasa por desechar las tristezas y las melancolías
de nuestra visión, tomando el “ahora”
como idea para pensar en lo que uno puede hacer con lo que hay, y en el
“aquí” de nuestros activos andares, para poder sintonizar con las arpas del
universo. Al fin y al cabo, lo importante es no malgastar el tiempo y ponerse
siempre en acción, pues si son muchas las necesidades humanitarias que nos
reclaman, aún más todavía es dejarnos oír como protagonistas de la gran
revolución de la clemencia y el servicio, resistiendo a todas las patologías
del consumismo más absurdo y al individualismo más borreguil y superficial.
Crear otros ambientes más humanos que los actuales requiere de tesón y
familiaridad, alimentado todo ello por el aguante y la tolerancia. Como dice
San Agustín: “Canta, pero continúa tu camino. No te vuelvas perezoso, canta para
hacer el camino más agradable. Canta, pero sigue… Si progresas, continuarás tu
viaje, pero asegúrate de que tu progreso sea en virtud, fe verdadera y vida
recta. Canta entonces y sigue caminando”. Encantémonos, pues, coreando unidos
esta inspiración, que todos tenemos nuestro tiempo y también hemos de tener
nuestro espacio para hacerlo. Rubrico, en consecuencia, que el mundo habrá
llegado al máximo de humanidad, cuando sus ciudadanos loen a la vida, diciendo
menos y oyéndose más.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario