Nosotros, los humanos
“Dejémonos fascinar por ese ser, más corazón que coraza, al
que sólo lo puede socorrer otro idéntico”.
Siempre se ha dicho que el mundo nace en nosotros, y que
dentro de sí, es donde toma vida. Por eso, es importante cuidarnos y, también,
hacerlo con el entorno que nos rodea; puesto que, todos formamos parte de ese
hábitat común, con enormes desafíos por delante. En cualquier caso, las
perspectivas mundiales continúan siendo muy inciertas, puesto que aún queda
mucho por forjar para superar la pandemia y evitar un aumento persistente de la
desigualdad. Desde luego, la ausencia de un proyecto colectivo nos distancia y
empequeñece. Por desgracia, seguimos en esa pugna de intereses que nos
enfrentan mutuamente, hasta destruir nuestra natural esperanza. Tampoco hemos
aprendido de lo vivenciado y cada cual se mueve a un rumbo egoísta, que nos
deja sin corazón. Sea como fuere, no podemos continuar perdidos.
El linaje, en su conjunto, tiene que dar prioridad al gasto
sanitario, priorizándolo en vacunaciones. Asimismo, la política fiscal, ha de
estar focalizada, en respaldar, tanto a las empresas como a los hogares
afectados. Jamás podemos caer en la pasividad, es menester salvarnos de
nuestras miserias humanas, más allá de las inútiles fronteras que nos hemos
levantado, cuando en realidad lo que hay que facilitar es la búsqueda de
consensos, máxime en este momento crítico que vivimos, con tantos agentes
desestabilizadores. Al fin y al cabo, somos un pedazo de universo hecho luz,
pues no nos hagamos sombra unos a otros. Si acaso, dejémonos fascinar por ese
ser, más corazón que coraza, al que sólo lo puede socorrer otro idéntico.
En el nosotros, los humanos, no puede haber un todo contra
todos, sino un hacer de cada uno en
favor de los demás, lo que exige una responsabilidad conjunta, que nos
garantice una asistencia y acogida, donde nadie pueda sentirse extraño. El
problema es que un camino de unidad, únicamente puede ser recorrido por gentes
libres, dispuestos a no viciarse, para dejar asegurada la subsistencia de cada
cual y construir bases más sólidas para el futuro. El tesón, la confianza entre
análogos, rompe todas las barreras. Urge, por consiguiente, que salgamos de cualquier moda ideológica,
que cultivemos lo auténtico, y fortalezcamos con espíritu reconciliador el
sentir de nuestros propios lenguajes, para hacer cuando menos un mundo más
justo y más sano, menos agonizante y siempre con ánimo de acción y reacción;
desde la pobreza y la igualdad de género, hasta el cambio climático, la divergencia
de ilusiones y el cierre de la brecha financiera. Pensemos que nuestras gestas
hablan sobre nosotros, tanto como nosotros sobre ellas. No malgastemos el
tiempo y démonos a respetar a través de nuestra estrechez visual, con la
convicción que da escuchar los pasos, la dimensión de sentirnos parte de ese
andar armónico, junto con las motivaciones inherentes para amar y acogernos.
Ahora bien, si no tenemos ese espíritu de quietud interno,
difícilmente vamos a generar ese aire de concordia que fortalece nuestra
debilidad. A propósito, la primera tarea de poeta que todos llevamos consigo,
es la de gestar un mundo abierto. Uno debe de aprender a reprenderse, a salir
de uno mismo, a vincularse en otros corazones para que el sueño de los
inherentes latidos se hagan realidad, en ese poema viviente, en el que resida
la mano tendida siempre, acuñada por el inmaculado deber de la hospitalidad y
el diálogo constructivo para estrechar lazos, activar el respeto de los
derechos humanos y la consecución de un avance inclusivo y sostenible. Ante
este entorno, hoy más que nunca, tal vez necesitemos líderes que activen otras
atmósferas, más bien de cultivo de una mayor conciencia crítica y no sólo el
bienestar material. En consecuencia, no podemos clausurar nuestros propios
andares a una vida encerrada, tenemos que propiciar el movimiento de progreso,
pero igualmente dignificarnos como especie pensante.
Lo que no puede hermanarse son sociedades empedradas, que no
sienten, polarizan y marginan. Quizás tengamos que aprender a repoblarnos de poesías, a vivir como pueblo y
a juntar todos los huertos en un nosotros, que nos pongan alas a la vida y nos
hagan familia; antes de que reaparezca una cultura de muros que nos impida ver
el horizonte de lo humano en lo trascendente, que es lo que en realidad nos
hace volar, después de haber sido golpeados por sistemas que atesoran
únicamente beneficios, corrompiéndolo todo con tendencias ideológicas
vengativas, manipulando y falseando hasta nuestro personal destino poético. Con
la transparencia al poder y los sueños de la libertad a escena, seguramente
puede ayudarnos a vernos más vivos, junto a ese carácter amable de confrontar
ideas, reconstruyendo puentes. Vinculémonos de verdad, bajo este quehacer de
principios y valores.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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