Población en vilo
“Frente a las deportaciones de pueblos atemorizados, a las
numerosas vejaciones y a los mil enfrentamientos, que a diario se producen en
todos los continentes, reivindico el camino del encuentro, a través del diálogo
sincero”.
Son muchas, cada día más, las necesidades de los hombres y
de los poblados. Para empezar, debe de preocuparnos todo lo que puede
comprometer, que no es poco, la dignidad y la libertad de la persona humana.
Los problemas del hambre, de la salud, de la educación, de la vivienda y del
empleo, continúan sin resolverse. Multitud de personas se hallan encerradas en
un callejón sin salida, por esa falta de justicia social y de respeto a los
derechos humanos. Quizás deberíamos repoblarnos de honesto entusiasmo para
tratar los poblemos con objetividad, teniendo en cuenta la situación de sus
variados aspectos, que son, evidentemente económicos y sociales, pero también
y, sobre todo, humanos. En efecto, nos hemos deshumanizado por completo y la
población camina en vilo, por esa ausencia de principios morales, que nos
circundan. No podemos continuar bajo esta atmósfera de frialdad, incapaz de
reducir las desigualdades, de combatir las discriminaciones, y de romper las ataduras que nos esclavizan. Sea
como fuere, debemos desterrar cuanto antes este horizonte que nos mata y
oponernos de raíz a todo aquello que hiere en lo más hondo del alma,
desvirtuando nuestra personalidad libre y responsable.
Esta incertidumbre que nos asola, mientras una parte del
mundo emerge de las profundidades de la pandemia y otras se halla en plena
batalla contra el coronavirus, ya que el acceso a las vacunas continua siendo
para muchos lugares del mundo una realidad inalcanzable, debe hacernos repensar
más y mejor, para encontrar respuestas justas a los problemas que se nos
plantean como continuidad del linaje. Desde luego, tenemos que poner en valor
esa capacidad creativa que todos llevamos consigo, con sus dones de
inteligencia y corazón, para asegurarnos una existencia verdaderamente humana y
no devoradora. No podemos permitir que se acreciente el estado salvaje,
insensible con sus propios análogos, y que tampoco se considere el bienestar de la ciudadanía y de la humanidad.
Por otra parte, y a pesar de que en numerosos países existen garantías
constitucionales en materia de igualdad de género, lo cierto es que en el plano
mundial las mujeres tienen, de promedio, sólo el 75% de los derechos jurídicos
de los hombres. A esto hay que añadirle,
la contienda de ser dueño de uno mismo, donde únicamente el 55% de las mujeres
tienen el poder de tomar sus propias decisiones sobre su cuerpo.
Tenemos que dignificar toda existencia humana. Frente a las
deportaciones de pueblos atemorizados, a las numerosas vejaciones y a los mil
enfrentamientos, que a diario se producen en todos los continentes, reivindico
el camino del encuentro, a través del diálogo sincero. Esta acción humanitaria
es fundamental, debe intensificarse además y diversificarse. Estoy convencido
de que la cadena del odio y la violencia únicamente podrá romperse con la
fuerza del derecho y la justicia, con el sentir de la comprensión y el lenguaje
de cercanía, que arrope la cultura del abrazo. Urge, de todos modos, dar
estabilidad a una población que se mantiene en vilo, deseosa de encontrar esa
quietud que todos nos merecemos, ante los muchos desafíos que se nos presentan.
Me quedo con el esperanzador foro de la Agenda 2030, y sus diecisiete
objetivos, lo que supone mejorar la salud y la educación, reducir la
desigualdad y estimular el crecimiento económico, todo mientras se aborda el
cambio climático y se trabaja para preservar nuestros océanos y bosques.
Creo que a poco que lo intentemos, un futuro más humano aún
es posible. Querer es poder. Cada esfuerzo cuenta para mejorar las vidas de
todos, con mayor razón la de los indefensos; puesto que todos los países tienen
la obligación de garantizar la participación activa e informada de las personas
en las decisiones que nos afectan, incluidos los problemas de salud,
educacionales y de movimiento. Así es, si podemos y debemos lograr que el
derecho a la autonomía corporal sea universal, hemos de hacernos valer y
valorar la exigencia del derecho a decidir sobre el futuro que queremos
conquistar. El avance lo tenemos que conseguir entre todos, no pueden haber
papeles dominantes, al fin y al cabo toda la población ha de ser protagonista
de su campo de acción y responsable de sus deberes. Todo esto nos induce a
vencer ese afán conformista que nos acorrala, abriéndonos a las periferias,
reconociendo que también quien está al margen, incluso ese que es rechazado y
despreciado por la sociedad, tiene también la misión de ser oído y de
intervenir; no en vano, cada cual vive comunicando, aunque esté continuamente
en vilo entre la verdad y la mentira. Lo acertado es interrogarse y
reflexionar. Lo nefasto es caer, precisamente, en el chismorreo y no resurgir
de las cenizas, por la necedad de no disipar tinieblas que nos impiden ver y
analizar, superar las divisiones, sanar heridas y restablecer relaciones
alteradas.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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