Cargar con el ahora para la sanación del planeta
“La saludable gente se desprende
de todo y practica el corazón, se reencuentra con la capacidad del amor y del
servicio, donándose y compartiendo momentos, más allá del interés mundano de
los favorecidos”.
Justo, ahora, en este preciso
momento, nos toca cargar con el instante y observarnos, siempre en positivo, que
es lo que en realidad nos fortalece para poder salir de este mundo en crisis.
Sea como fuere, hemos de reconocer que muy pocas gentes proceden de un ambiente
fácil, pero tampoco se trata de hundirse en las tribulaciones, sino en
fortalecerse y renacer. Evidentemente, toda existencia está delimitada por
innumerables proyecciones del ambiente humano. De ahí, lo vital que es repensar
sobre los andares, con ese universo de relaciones conciliadoras, a través de
una palabra de luz e inspiración. Quizás tengamos que practicar más la entrega
y no el apartarse como sucede, en ocasiones, con los perversos ambientes
digitales. La inmersión en el mundo virtual nos ha dejado sin tiempo y, además,
nos ha distanciado de esa mirada alentadora de la que andamos hambrientos, ante
la falta de diálogo y de transparencia, las formas de doble vida y los fondos
de crueldad dominantes. Por eso, es primordial tomar conciencia de lo que uno
es, o ha dejado de ser, reaccionando con decisión, para volver a cultivar los
sueños y lograr reinventarnos nuevamente; a pesar del aluvión de aire
contaminado que nos deja sin entrañas para conseguir respirar. No en vano, la
mejor sanación es una atmósfera de libertad.
Ahora bien, ¿acaso soy libre si
mi análogo se halla aún encadenado a la pobreza? Consideremos la situación. Tal
vez, por ello, necesitemos alivio y consuelo, así como otros puntos de
referencia global. La insatisfacción de la vida y la frustración, perduran en
multitud de caminantes. Lo bueno de cargar con él ahora es mirarse interiormente
y rectificar, para alcanzar a discernir los caminos y no caer en la trampa de
lo que imponen los dominadores, obsesionados con el poseer y el esclavizar. Por
tanto, hemos de bajar de los pedestales, actuar unidos y en servicio
permanente, como auténticos poetas en guardia. Nos merecemos otras rutas más
mediadoras, más cooperantes entre sí y mejor trazadas, para llevar a cabo una
transición a los lenguajes armónicos, ya no solo a través de otros bríos
confortadores, sino también con el propio desvelo del ser que todos llevamos
consigo, mediante esa inherente capacidad de adaptación real que las personas
tenemos para enfrentarnos a las situaciones adversas de nuestra vida y al modo
en cómo nos sobreponemos a ellas. Sólo hay que mirar a esa saludable gente, que
se desprende de todo y practica el corazón, se reencuentra con la capacidad del
amor y del servicio, donándose y compartiendo momentos, más allá del interés
mundano de los favorecidos. Sin duda, hemos de abrir nuevas ventanas de luz.
Las sombras del colapso de los servicios básicos nos atormentan el presente y
nos dejan con la agitación y el conflicto permanente. En cualquier caso, no hay
mejor sanación que reponerse de los males, nunca vengarlos.
Desde luego, tenemos que
inclinarnos por caminos óptimos, universalmente protectores, para un ahora
socialmente hermanable. La COVID-10 ha subrayado la importancia crítica de
lograr la protección social universal. Cada ser humano requiere ser asistido de
un modo o de otro. Por sí mismo nada es capaz de hacerse y aún menos de
rehacerse. La lucha contra ese ensimismado ser, que no se conjuga con los
diversos tiempos, tampoco es fácil. Renunciar a las persuasiones del mal y
elegir el bien es tarea profunda, máxime en un tiempo con tantos sembradores en
la red digital, de odio y venganza. La liberación como forma de gobierno y
espíritu para a los gobernados es también otra de las asignaturas pendientes.
Por si fuera poco, y tras de sí, hay que garantizar de verdad, la protección de
los trabajadores humanitarios y facilitar al acceso de la ayuda de socorro para
las personas necesitadas. En el ahora prevalece, por desgracia, ese mundo
desfavorecido. Ciertamente, no es nada fácil la sanación del planeta, cuando no
se dignifican vidas humanas, ni se considera el cuidado de nuestra casa común,
y la falsedad prolifera como abecedario de palabras. Ojalá, más pronto que
tarde, despertemos en un cuidado generoso. Me niego, por consiguiente, a que
esa renombrada “nueva normalidad”, prosiga enferma de injusticias, con desigualdades
como jamás, y en degradación humanística y ambiental. Nos merecemos, hoy por
hoy, un rumbo de acercamiento entre análogos, que no está tanto en las meras
palabras inclusivas como en sacrificarse por el otro. Hagámoslo presencia y
presente, por el bien de todos.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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