viernes, 29 de enero de 2010

Péndulo Político

“Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos.”

Martin Luther King



Francisco Velasco Zapata.



Después del análisis de la reforma política presidencial realizado en el Senado de la República por expertos analistas y políticos no parece haber muchos caminos (de momento) para que los ciudadanos libres (los que no tienen partido) participemos de forma directa y determinante en lo asuntos políticos del país. Los dirigentes partidistas han decidido, de forma unilateral, que por encima de los intereses ciudadanos están los de sus cúpulas, de sus patrocinadores o de quiénes hacen acuerdos con ellos, aún cuando sus decisiones impliquen ceder o hipotecar la riqueza nacional. No obstante, seguiremos insistiendo en el plebiscito, el referéndum, la revocación de mandato y en candidaturas ciudadanas (acotadas para no permitir el paso de poderes fácticos) y en todas aquellas medidas que posibiliten la viabilidad de México a la “Democracia real” y al desarrollo de nuevas generaciones de ciudadanos que asuman a conciencia sus derechos y cumplan con sus obligaciones



Mientras eso ocurre, al ciudadano le quedan mucho más que horas de lamento o depresión frente a la adversidad, a la ceguera, sordera y silencio de la clase gobernante. Efectivamente, para no quedarnos con los brazos cruzados, los ciudadanos podemos ejercer nuestras libertades públicas oponiéndonos al poder injusto y opresivo. Para tal efecto podemos recurrir, entre varias opciones, a la objeción de conciencia, bajo ciertas circunstancias a la desobediencia civil y en otros casos a la resistencia civil al poder. Vale la pena destacar que en situaciones similares las tres vías se practican y se mezclan porque muchas veces por descuido o maldad se emplean las mismas tácticas o formas de acción; sin embargo, las tres formas de disidencia tienen un denominador común, un principio moral: el deber de rechazar activamente la injusticia, la mutilación o incluso supresión de la libertad junto con todos los derechos colectivos.



La objeción de conciencia es un acto individual por el que uno, varios o la gran mayoría de los pobladores de un país o ciudad defienden convicciones, ideales o creencias evadiendo los actos de autoridad, sin pretender cambiar un sistema injusto. En cambio, la desobediencia civil es una acción colectiva que persigue corregir una situación de injusticia, cambiar parcialmente una política o una ley injustas. Por su parte, la resistencia civil busca cambiar a fondo un régimen autoritario por otro democrático, redistribuyendo el poder monopolizado, generalmente, por insensibles y despóticas minorías, sometiendo pacíficamente al anacrónico poder político frente a la voluntad popular. En cada caso es la condición histórica objetiva la que orienta el grado de oposición a la injusticia, que puede ir desde una acción individual a una movilización de masas; de un acto simbólico hasta el derrumbamiento de una dictadura. Por tal motivo y de acuerdo con los objetivos pretendidos se debe decidir cuáles medios son los más adecuados para lograrlo.



Aunque los mecanismos comentados han sido alternativas practicadas en diferentes épocas de la humanidad por líderes muy reconocidos como Sócrates (antigua Grecia), Gandhi (India), Thoreau (EUA), Mazzini (Italia) y Luther King (EUA), entre varios más, esperamos que en México los gobernantes en turno sean capaces de entender que el poder se origina en el pueblo y que el pueblo tiene en todo momento el derecho de cambiar su forma de gobierno tal y como lo establece la constitución política mexicana en su artículo 39. ¿Y usted, cómo la ve? Politólogo.

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