Inicia la era de la renovación para el PRI
Ante el consejo nacional de su partido, el nuevo dirigente
del PRI Pedro Joaquín Coldwell advierte que llegó la hora de la renovación, no
de la restauración
Por: Norma Madero / Luces del Siglo
México, D. F., a 12 de diciembre de 2011
... ¡Sí protestó!
La voz de Pedro Joaquín Coldwell irrumpe en el auditorio
Plutarco Elías Calles del PRI.
Es aclamado como el nuevo presidente sustituto del Partido
Revolucionario Institucional. Es el nuevo PRI. “El PRI de la esperanza”, dice
con convicción un Pedro Joaquín Coldwell que cita a Norberto Bobbio y a Jesús
Reyes Heroles, el último ideólogo del tricolor.
Son las 18:38 horas del jueves 8 de diciembre. Una fecha
histórica para Quintana Roo, el hijo pródigo del estado, el único que ha
escalado los peldaños de la política nacional, se asume como el primer
presidente del PRI de esta entidad del sureste mexicano.
Dos horas con veintitrés minutos antes, a las 16:15 horas de
este jueves fresco, generoso con el clima, Pedro Joaquín Coldwell presenta el
registro de su candidatura. La víspera se ha reunido con los gobernadores y
consejeros de su partido para compartir una comida.
Desde las 16:00 el PRI registra la asistencia de sus
militantes y cuadros políticos. En el acto asoman los rostros de ex presidentes
del partido como Jorge de la Vega Domínguez, Gustavo Carbajal Moreno, Mariano
Palacios Alcocer y todos, casi todos los representantes de la clase política
del añejo PRI-Sistema: Heladio Ramírez López, ex gobernador y ex líder de la
CNC; Jesús Murillo Karam, Emilio Gamboa Patrón, su tocayo Emilio Chuayffet,
Omar Fayad, Héctor Hugo Olivares, Antonio Rivapalacio, pero entre todos brilla
con luz propia Manlio Fabio Beltrones, el hombre que se formó a la imagen y
semejanza de su maestro Don Fernando Gutiérrez Barrios. Un Manlio Fabio
Beltrones apático, que desentona en el presidium, luce traje gris oxford,
corbata y camisa azul, ante un Pedro Joaquín Codwell y un Enrique Peña Nieto
muy atildados, ambos con trajes de color negro, camisa blanca y corbata roja.
El mensaje político de Pedro Joaquín Coldwell de su toma de
protesta es devastador. Habla del PRI de la renovación no de la restauración.
Más que un discurso de confrontación política es un mensaje ideológico, de
descalificación, incluso, que reprueba a los gobiernos panistas y que alerta en
su mensaje a la Nación: “El fantasma de la polarización amenaza al país como
hace seis años”. Y advierte que gracias a su partido, el PRI, el país pudo
salir de una crisis constitucional y de legitimidad política.
Hay convicción y el auditorio escucha un discurso, un
mensaje esperanzador. “Los priístas miramos hacia el futuro”. Con Enrique Peña
Nieto –dice sin falso triunfalismo- vamos a ganar. “Hemos sido una oposición
responsable”. Lo dice y reconoce que el PAN propició con Felipe Calderón
Hinojosa una polarización de partidos y del mismo Congreso. Habla de un PRI que
supo escapar del fascismo y del comunismo y de un partido que representa una
“alternancia propositiva”, aún cuando sus más fervientes críticos llegaron
hablar de la “desaparición del PRI”.
Están ahí atentos 780 consejeros, miles de invitados y más
de un centenar de medios atestiguando este momento histórico que representa, de
hecho, un parteaguas en la política mexicana. No hay confetti. No hay matracas.
¿Y el acarreo? Se ve, se siente, es un nuevo PRI cuyo logo que adorna el recinto
registra una frase por demás elocuente: “PRI, la fuerza de México”.
Vibra el PRI, vibran las fuerzas vivas, vibran todos los ahí
presentes con el discurso magistral de un Pedro Joaquín Coldwell que rescata
para su partido el discurso de uno de sus principales ideólogos: Jesús Reyes
Heroles. La XXIX Sesión Extraordinaria del Consejo Político Nacional es una
fiesta, nadie derrama una lágrima por Humberto Moreira, “el rey ha muerto ¡Viva
el Rey”.
La asamblea es un rito. Un ritual el poder. Hoy recobra más
vigencia la frase del presidente Adolfo López Mateos: “el que no tenga un amigo
libanés, ¡que lo busqué!” Hoy le sobran amigos a Pedro Joaquín Coldwell, de
ascendencia libanesa, él sabe que todos caben en su partido, que el diálogo y
la tolerancia, serán los rasgos de su liderazgo.
Enrique Jackson, político sinaloense, de los amigos de Luis
Donaldo Colosio, es el moderador del evento, es un maestro de ceremonias nato.
Expone ante los presentes el artículo 164 de los estatutos del PRI que dieron
paso a la convocatoria para sustituir a Moreira en el liderazgo del tricolor.
Por eso Joaquín Coldwell es un líder sustituto, pero entre ambos hay una enorme
diferencia. El cozumeleño es un dirigente con personalidad, un político con
ideas y con una nueva mentalidad. Por eso Joaquín Coldwell invoca a sus
correligionarios a que el PRI se erija en un partido de pesos y contrapesos
para contar con un país con liderazgo que rompa con el atavismo panista de
corrupción, de un ejecutivo federal extraviado, de un Presidente que hace un
uso faccioso de la justicia, por eso Joaquín Coldwell hace un llamado a las
huestes priístas para que unidos “demanden que el Presidente ajuste su mandato
al imperio de la ley”.
La asamblea es una romería. Una pasarela política. Ni están todos
lo que son ni son todos los que están. Las sabias palabras de Fidel Velázquez
recobran vigencia. “El que se mueve no sale en la foto”. Todos posan para las
cámaras, se retratan, twitean sus fotos, posan y buscan presencia. Hay
presentes ausentes, que no se ven, que todos los buscan y no aparecen. Otros
pasan lista y hay hasta quienes más allá de 2 mil kilómetros del epicentro
priísta acuden a Cozumel a ofrecer parabienes al Patriarca, a Don Nassim
Joaquín Ibarra.
Dice el hijo pródigo que ha llegado el momento de “pensar en
grande”, que el PAN es un partido de “pequeñeces”, por eso lanza una
advertencia a sus adversarios en el poder, “que el Presidente no dañe el
proceso electoral”.
Las palabras tienen una alta connotación política, hay
discurso, hay líder, hay propuesta. Por eso el ex líder del partido, el
chiapaneco Jorge de la Vega Domínguez, quien antecede en la palabra a Pedro
Joaquín Coldwell, recuerda a la vieja clase política comenzando por Manuel
Ávila Camacho, a las enseñanzas de los viejos priístas, de los que como Jesús
Reyes Heroles dieron certeza y esperanza a un partido que supo sembrar
estabilidad y paz social para el país.
Coldwell asume ese compromiso y apuesta a que “con Enrique
Peña Nieto vamos a ganar las elecciones y vamos a dar a los mexicanos una nueva
esperanza”.
Perfil Pedro Joaquín Coldwell
Pedro Joaquín Coldwell nació en la isla de Cozumel, Quintana
Roo. Es el primogénito de la familia más acaudalada de la isla.
Estudió Derecho en la Universidad Iberoamericana, donde se
graduó con el mejor promedio de la generación 1972.
En 1975, con apenas 25 años de edad, fue electo como
diputado del Congreso de Quintana Roo y se desempeñó como presidente de la
Cámara.
Jesús Martínez Ross, el primer gobernador constitucional del
Estado, le abrió la puerta dándole la oportunidad de ser secretario general de
Gobierno durante su administración.
Fue electo diputado federal por el I Distrito Electoral
Federal de Quintana Roo en la LI Legislatura para el periodo de 1979 a 1982,
sin embargo, solicitó licencia para dejar el cargo en 1980, al ser postulado
candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a gobernador de
Quintana Roo.
Logró conquistar la gubernatura del estado de Quintana Roo
en 1981 y terminó en 1987.
Al final de su periodo como gobernador, el presidente Miguel
de la Madrid lo incorpora como secretario de Organización del Comité Ejecutivo
Nacional, en enero de 1987.
Durante el mandato de Carlos Salinas, Coldwell se desempeñó
de 1991 a 1993 como secretario de Turismo. Posteriormente, de 1998 a 2000
fungió como embajador de México en Cuba.
Entre sus cargos también destacan el de representante del
PRI ante el Instituto Federal Electoral (IFE).
Es integrante del Consejo Político Nacional del PRI de 2001
a la fecha. En 2006 fue postulado candidato a Senador por la Alianza por
México, integrada por el Partido Verde Ecologista de México y el PRI, cargo que
ostentó hasta que la semana pasada tomó protesta como nuevo presidente nacional
del Revolucionario Institucional.
“Por qué vamos a ganar la Presidencia”
Por Pedro Joaquín Coldwell
Compañeras y compañeros de partido:
Asumo la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del
partido político más relevante en la historia de México.
Lo tengo muy claro, la elección que llevó a cabo este
Consejo Político Nacional, de ninguna manera, aún cuando reconozco el inmenso
honor que significa ser Presidente del PRI, es un reconocimiento exclusivo a mi
persona, es sobre todo, el reconocimiento de una organización política madura e
institucionalizada a la carrera de partido, a la militancia leal y comprometida
como la que practican diariamente miles de nuestros correligionarios en toda la
geografía nacional.
Quiero reconocer la atinada conducción de este proceso,
realizada por nuestra compañera Cristina Díaz, su pulcro oficio político, su
esmerada dedicación al partido, su cuidado de las formas posibilitaron que este
relevo de la dirigencia nacional fluyera dentro de los cauces políticos y
estatutarios. Gracias Cristina.
Al mismo tiempo, deseo agradecer a ustedes, su respaldo para
encabezar el Comité Ejecutivo Nacional de nuestro partido. Muchas gracias a los
militantes y a los dirigentes, a los sectores agrario, obrero y popular, al
movimiento territorial, al frente juvenil y a la organización de mujeres
priístas, que representan a las clases sociales mayoritarias de México, gracias
también a los organismos adherentes y a los consejeros territoriales.
Saludo también, con especial afecto a los señores
gobernadores, a los presidentes municipales, al ejército de priístas que hoy se
vuelve a levantar pleno de entusiasmo y convicción, para emprender la campaña
política durante el actual proceso electoral.
Quiero agradecer muy particularmente, la presencia de los ex
presidentes de nuestro instituto político y la compañía de mis colegas de la
Cámara de Senadores y de los diputados federales priístas.
Estoy consciente del enorme compromiso que acabo de asumir,
no lo hago de manera solitaria, siento que es algo que nos concierne a todos
los militantes del PRI.
Les propongo que asumamos un frente común, de cara a las
próximas elecciones: trabajar incansablemente, trabajar sin desvíos, trabajar
sin claudicaciones, sacrificando incluso aspiraciones personales, para que el 1
de diciembre del 2012 Enrique Peña Nieto, jure la Constitución como presidente
de la República.
El México del siglo XX, tiene la impronta de los gobiernos
del PRI y de sus ancestros: el Partido Nacional Revolucionario y el Partido de
la Revolución Mexicana.
El haber resuelto la sucesión presidencial en forma
pacífica, instaurar y mantener gobiernos civiles, cuando al sur del continente
florecía el militarismo, crear la educación pública gratuita y fomentar las
culturas populares, fueron mérito y frutos de nuestro esfuerzo.
Lo mismo que consolidar nuestra nacionalidad, la red de
comunicaciones terrestres y electrónicas, los puertos y los aeropuertos, el
sistema de salud, los derechos sociales de obreros y campesinos, así como la
formación de instituciones públicas que alentaron la cohesión social, y
posibilitaron que la trasmisión del poder e incluso la alternancia
transcurriera en paz y dentro de la ley.
Aquel sistema político, cuyo eje principal fue el PRI, era
un complejo entramado social de pesos y contrapesos, nacido de un pacto
revolucionario expresado en la primera constitución social del siglo, que dio
lugar a un Estado fuerte que propició la industrialización del país y forjó las
clases medias.
El Estado post revolucionario se legitimaba por la vía de
las reivindicaciones sociales para las mayorías populares, el presidente de la
República arbitraba las disputas políticas y sociales.
Nuestros adversarios han pretendido crear un estereotipo,
repitiendo, una y otra vez, que se trataba de un sistema autoritario que canceló
sin más, libertades públicas.
No pueden aceptar que, en realidad, el sistema de gobierno
priísta salvó al país de los mayores autoritarismos del siglo XX, el fascismo y
el comunismo, que flagelaron muchas regiones del planeta.
Con el advenimiento de la alternancia, muchos pensaron que
el PRI se desintegraría, víctima de un proceso de “balcanización”.
La alternancia representó retos colosales para el partido,
pero pudimos llenar los vacíos que dejaba la ausencia del presidente de origen
priísta.
El partido se federalizó sin perder su condición de partido
nacional, los militantes en los estados aprendieron rápidamente a competir
desde la oposición, los triunfos en las elecciones locales revitalizaron al
partido y a pesar de haber perdido en dos ocasiones consecutivas la Presidencia
de la República, el PRI se mantuvo, todos estos años, como la principal fuerza
política nacional, y, sobre todo, como una oposición responsable.
Ante la polarización política que surgió de la controvertida
elección presidencial del 2006, la actuación pertinente de nuestros grupos
parlamentarios en el Congreso de la Unión, y el sentido de institucionalidad de
nuestros gobernadores, salvaron al país de caer en una gravísima crisis
político constitucional.
Esos son nuestros antecedentes. Ahora hay un PRI que se
ofrece como la mejor opción ante los problemas de estos tiempos, y la imperiosa
necesidad de remontar los obstáculos que amenazan la viabilidad del Estado
mexicano.
Los priístas miramos hacia el futuro. Hay que tenerlo claro,
nos dirigimos a la renovación, no a la restauración.
Somos un partido moderno, con ideales y compromisos de
reivindicación con los sectores más agraviados de nuestra sociedad, no lo
olvidemos.
En México hay una creciente insatisfacción ciudadana con el
desempeño de un gobierno que ha sido incapaz de frenar la violencia y la
inseguridad pública. Un gobierno en que la economía ha crecido muy poco y la
generación de los empleos se encuentra estancada, un gobierno bajo el que los
poderes fácticos prevalecen sobre los establecidos constitucionalmente, y las
instituciones están presas de la corrupción.
La descomposición se agrava por la desigualdad social, la
escisión de las cadenas productivas, los ineficientes monopolios públicos, y
las grandes corporaciones que dominan el sistema, ante un Poder Ejecutivo
Federal que no acierta a erigirse en árbitro y conductor de las energías
sociales de los mexicanos.
Una parte considerable de la población se desperdiga movida
por la urgencia de resolver sus problemas del día a día, y vive ajena al
quehacer de las instituciones públicas que le han dado la espalda.
Las encuestas de opinión reflejan el desencanto con la
política, el gobierno y las figuras públicas.
A diferencia de lo que ocurre en el África Sahariana, y en
algunas naciones europeas también agobiadas por la crisis financiera y el
desempleo, en nuestro país lo que ha echado a la gente a las calles, exigiendo
políticas públicas eficaces, es la prevalencia del crimen impune, y de la
inseguridad pública que se extienden por todo el territorio nacional ante la
impotencia gubernamental.
Como hace seis años, el fantasma de la polarización
auspiciada desde el gobierno federal durante la contienda electoral, amenaza
con volver a dañar al país.
Recordemos que incluso el actual Ejecutivo Federal estuvo en
riesgo de no rendir la protesta de ley y, olvidados de ese episodio, ahora
pretenden reeditarlo.
Ante la debilidad de sus precandidatos, el gobierno panista
recurre a toda suerte de artimañas para agredir a las fuerzas políticas que
como la nuestra le disputan el poder.
Desde las acusaciones temerarias lanzadas por la
Presidencia, hasta el uso faccioso de la procuración de justicia, todo se vale
con el objeto de descalificar al adversario. Si esto sirve para ganar las
elecciones, poco les importa que quien pague los costos de estas acciones sea
la sociedad.
Quien como candidato fue el principal beneficiario de la
injerencia gubernamental en las elecciones del 2006, tiene hoy como presidente
el deber de evitarlo por el bien de México.
Los priístas unidos demandamos del presidente que ajuste su
conducta al mandato de la ley y actúe con imparcialidad. Que evite dañar el
proceso electoral con su intromisión.
Que no haya dudas, el PRI está dispuesto a pactar con las
otras fuerzas políticas, con la autoridad electoral y las de procuración de
justicia, las medidas que sean necesarias para blindar el proceso electoral de
la infiltración del narcotráfico.
Al gobierno federal le exigimos que no haga de este tema un
arma para minar la confianza en las autoridades electorales, socavar el proceso
o agredir a partidos y a candidatos.
El PRI se apresta a encabezar la profunda transformación que
la nación requiere.
Es el tiempo del PRI, tenemos la experiencia para gobernar,
y la voluntad para rescatar a la sociedad de la gravísima crisis por la que
está atravesando.
Las encuestas apuntan que una mayoría de los mexicanos nos
contempla como opción de voto real, encarnamos la esperanza de millones de
compatriotas que aspiran a vivir en un país mejor, no les fallaremos.
Como nunca antes en 12 años, el PRI tiene la oportunidad de
ganar la Presidencia de la República y la mayoría del Congreso de la Unión.
En la contienda que se avecina contaremos con el mejor de
los candidatos, nuestro compañero Enrique Peña Nieto.
Él dirigió un gobierno ejemplar en el Estado de México, y
construyó poco a poco, pero de manera constante, una opción electoral altamente
competitiva.
Joven maduro, pertenece a las nuevas generaciones que despuntan
al inicio de esta nueva centuria.
Hacía tiempo que en nuestro partido no se perfilaba una
precandidatura con un respaldo popular tan fuerte, como tiene Enrique Peña
Nieto.
A partir de que inicie la campaña, habrá de hacer un intenso
recorrido por el país, tendrá contacto cara a cara, con millones de ciudadanos
que conocerán sus propuestas, y las reformularan con él.
Compañeros y compañeras de partido.
México, bajo los gobiernos panistas se ha rezagado en todos
los órdenes y los problemas nos rebasaron, colocándonos casi en el equivocado
convencimiento de que no tienen solución, porque son mayores que nuestras
capacidades.
Se acabó el tiempo de pensar en pequeñeces, para volver a
pensar y actuar en grande.
Es la hora de volver a diseñar soluciones de fondo para las
grandes dificultades que el país enfrenta.
Es la hora de que el PRI encauce al país por los caminos de
paz, justicia y prosperidad, que nos urgen desde hace tanto tiempo.
Optemos decididamente por la observancia y el respeto a los
Derechos Humanos, la no discriminación y la perspectiva de género en todos los
ámbitos.
Como escribió Norberto Bobbio, uno de los grandes pensadores
políticos del siglo XX: “Únicamente la democracia permite la formación y la
expansión de las revoluciones silenciosas, como ha sido en estas últimas
décadas, la transformación de la relación entre los sexos, que es quizá la
mayor revolución de nuestro tiempo”. Ahora, a nosotros nos corresponde seguir
impulsándola en pos de la equidad de derechos, responsabilidades y
oportunidades.
Postulamos un diálogo intergeneracional, un diálogo con las
minorías de todo el territorio, especialmente las que viven en desventaja, un
diálogo con los jóvenes que comienzan a asomarse a la vida.
Nos proponemos, porque es urgente la ampliación de la oferta
educativa y la vinculación de ésta con el sistema productivo y el servicio a la
sociedad.
Nos aproximamos a un proceso de interlocución permanente
entre individuos y gobierno, que ahora internet y las redes sociales,
multiplican al infinito.
Los periódicos, el radio y la televisión hacen su parte,
pero las redes sociales, las computadoras y los teléfonos móviles han puesto al
alcance de los ciudadanos, tribunas individuales de intenso y rápido impacto
entre auditorios inconmensurables.
Hasta ahora, los efectos internacionales de estos nuevos
medios han actuado en favor de la transparencia, la rendición de cuentas y la
democracia, y lo han hecho al margen de los gobiernos. Son un poderoso
instrumento en poder de los ciudadanos, que habremos de utilizar al máximo.
Somos un partido implantado reciamente en todo el territorio
nacional y en todas las capas de la sociedad mexicana. En la política, la
cercanía personal es insustituible. El diálogo permanente es la manera de
nutrirnos, de llevar al gobierno las inquietudes populares y, también, la vía
para exigir el cumplimiento de las ofertas gubernamentales.
Es oportuno recordar hoy las palabras que pronunció Don
Jesús Reyes Heroles, cuando tomo posesión como presidente del PRI; es importante
que los priístas de ahora las volvamos a escuchar: “Para cumplir las tareas que
nos aguardan, todo puede faltarnos, menos esperanza”.
Estamos obligados a emprender numerosas acciones pero con
realismo, sin el enervante pesimismo ni el ingenuo optimismo. Con decisión,
audacia y cautela, con un optimismo saludable por realista, iniciamos una nueva
etapa en la vida de nuestro partido.
Con Enrique Peña Nieto vamos a ganar las elecciones, y vamos
a erigir una nueva sociedad a la medida de nuestros sueños y de nuestra
esperanza.
Muchas gracias.