Anticipos electorales
Martha Chapa
La legislación vigente para regular las elecciones
presidenciales del 2012, sobre todo en lo que se refiere a los tiempos que
marcan el desarrollo de las campañas, ha quedado desvanecida por la
precipitación de los propios partidos y sus respectivos candidatos o
precandidatos.
Empecemos por el Partido Acción Nacional (PAN), que quiérase
o no, trae todo un rebumbio desde que eran seis los aspirantes a la candidatura
presidencial, mismos que se fueron eliminando frente a la sorna social que
recordaba aquel estribillo de la conocida y pegajosa tonadita que alude a un
grupo de perritos que van disminuyendo gradualmente. Así, recordemos que
quedaron fuera de la batalla inicial tanto Javier Lozano, secretario del
Trabajo, y Emilio González, gobernador de Jalisco, como Alonso Lujambio,
secretario de Educación Pública. Quedaría así en semifinales una tripleta integrada
por el senador Santiago Creel, el exsecretario Ernesto Cordero (quien, a
diferencia de sus contendientes, sí renunció de manera oportuna a su cargo
público, en su caso como titular de la Secretaria de Hacienda) y la diputada
Josefina Vázquez Mota, quienes juntos, entre encuestas, escarceos y aparentes
dubitaciones del presidente del PAN, van y vienen con declaraciones por aquí y
por allá, y hasta sostienen ciertos debates que constituyen en sí mismos
campañas políticas. Y no termina ahí, pues se ha rumorado que el propósito es
que queden dos finalistas. De ser así, ocuparán todos los espacios habidos y
por haber para conseguir adherencias y simpatías. Y qué decir cuando llegue la
hora definitiva para que aparezca el ungido del blanquiazul ya con su campaña
todavía más grande y abrumadora.
Vayamos ahora al caso del Partido de la Revolución
Democrática, que desde un principio determinó dos candidaturas posibles: la de
Andrés Manuel López Obrador y la de Marcelo Ebrard, aunque el primero tuviera,
no semanas ni meses, sino años en campaña abierta (para algunos, bajo todo tipo
de disfraces, y para otros, de manera descarada). Pero independientemente de
las contrapunteadas valoraciones que han surgido al respecto, han sido notorias
también las acciones proselitistas en los medios de comunicación a fin de
conseguir ventajas en las encuestas que acordaron previamente para determinar
un ganador. Finalmente resultó seleccionado López Obrador, quien de hecho
continuará con la campaña iniciada hace un lustro y al ir en alianza con el
Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano (antes Convergencia), multiplicara
su presencia.
Y si nos referimos al Partido Revolucionario Institucional,
tenemos que decir que de manera similar abrió un binomio electoral, en este
caso formado por Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto, con sendos
discursos y pasarelas políticas para que cada uno expusiera sus planes de
trabajo. Poco después vendría de uno de ellos, el senador Beltrones, la
renuncia contundente a su precandidatura, que para algunos fue también un golpe
impactante en la opinión pública. Se definió así la ya esperada candidatura
única de Peña Nieto, formalizada con todo realce y espectacularidad, que abonó
en este campo de acciones propagandísticas ante la ciudadanía. Y tal como los
otros precandidatos o candidatos, agigantará su presencia electoral en los
medios de comunicación y otras vías posibles.
Por otra parte, si a todo esto les sumamos los libros que
han publicado, con sus respectivas presentaciones (que más que eventos
editoriales han sido actos políticos), así como las exhibiciones públicas y las
entrevistas –encubiertas o no tanto– para expresar sus afanes electorales, no
podemos sino afirmar que ya estamos en un año electoral a pesar de lo que en
sentido estricto señalan las leyes en la materia, según las cuales las campañas
deberán empezar en marzo del 2012.
A fin de cuentas, la sociedad mexicana recibe información de
unos y otros, que acepta o rechaza, que procesa o ignora, y que, ojalá,
aproveche para ir afinando sus percepciones con respecto a ellos o modificando
sus preferencias e incluso, entre los indecisos, diluyendo dudas y fobias.
Así que independientemente del banderazo formal que ocurrirá
el año próximo, todos arrancaron ya hace años o meses, en tanto la ciudadanía
los observa detenidamente para emitir su voto en julio del 2012. Esperamos que
esa decisión sea informada y bien reflexionada, pues consideramos que la
ciudadanía aprendió ya que no hay que polarizar la elección al extremo de
registrar una diferencia mínima que genere sobresaltos e incertidumbre y
desestabilización, aunque esta solo sea de carácter coyuntural.
Faltan más de seis meses para la jornada electoral y eso
puede ser mucho en términos del tiempo político, así que podrían aguardarnos situaciones
impredecibles en este momento, pero confiamos en que, en todo caso, resulten
interesantes y benéficas para el futuro del país.
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