VUELTA A LA PRESIDENCIA IMPERIAL
México, D. F., a 12 de marzo de 2013.- Cien días para darle rumbo a un nuevo gobierno no sólo son
pocos, sino también lo son para poner las bases de una nueva forma de gobernar.
De hecho, lo que hemos visto a partir del primero de diciembre del año pasado
es una restauración del pasado con visos de modernidad. Es volver a colocar el
presidencialismo en su máxima dimensión de utilización del poder, vamos, la
vuelta a la Presidencia Imperial, pero con los mismos vicios del pasado:
grandes efectos mediáticos, simulación, besamanos, pero poca sustancia.
El manotazo a Elba Esther Gordillo fue sólo eso, una
venganza política cobrada por el equipo cercano de Enrique Peña Nieto: Luis
Videgaray y Alberto Bazbaz Sacal en Hacienda y Navarrete Prida desde la
Secretaría del Trabajo. “La Maestra” quiso descarrilar la candidatura
presidencial del hoy presidente en 2009-2010 y hoy sufre las consecuencias de
su locura política.
Porque la reforma educativa no sólo necesita haberse
promulgado, sino que sus acciones verdaderamente se lleven a efecto y no haya
sido sólo una mascarada, como excusa para haber llevado a Gordillo a la cárcel
con grandes efectos mediáticos para sentar que, ahora sí, se ejerce el poder.
Quizá el único acierto hasta este momento es haber podido
sentar a los otros dos partidos mayoritarios en un pacto para discutir y, tal
vez, más adelante aprobar las reformas estructurales puestas en la mesa hasta
el momento, como son la hacendaria, la energética y la de telecomunicaciones.
Esta acción tiene que ver con los grupos de poder detrás de
las vertientes partidistas que aceptaron sentarse. Y haberlo logrado es un buen
paso, pero también la factura debió ser muy cara, como también lo será si, en
su momento, aceptan modificaciones sustanciales. Así que todavía no hay nada
dicho sobre la aprobación de las reformas.
Uno de los grandes desafíos de los albores de este gobierno
será la reforma de las telecomunicaciones, donde los caminos están para
convertir a México en un país moderno y con expectativas claras a convertirse
en la gran potencia del futuro, capaz de que nos lo creamos todos los mexicanos
como dice Andrés Hoppenheimer, o resultar un verdadero fiasco, donde el
gatopartismo sea la divisa como ocurre generalmente en nuestro país, pues se
generan grandes cambios que provocan enormes expectativas pero, al final, todo
sigue igual, convirtiendo todo en una gran simulación.
En el tema de la seguridad, por ejemplo, no sólo no hay
cambios dramáticos en su manejo, sino que algunos recuentos afirman que la
inseguridad se ha incrementado, así como el número de muertos por la
delincuencia organizada. La diferencia: en los grandes medios masivos,
principalmente los electrónicos donde anteriormente se extrapolaban, los
constantes reportes desde las “zonas de guerra”, éstos dejaron de existir.
En tanto, mientras el Ejército y la Marina continúan con su
labor de combate a la delincuencia organizada, en las oficinas del Gobierno
Federal siguen sin ponerse de acuerdo en qué, quién y cómo, para dar el paso
hacia la Gendarmería Nacional.
En el ámbito del Desarrollo Social, la Cruzada Nacional
Contra el Hambre se plantea con una estrategia muy cercana en la forma pero sin
ir al fondo de lo que en su momento fue el programa Solidaridad de Carlos
Salinas de Gortari. Difícil es hacer llegar al campo de lo social un cambio de
fondo, mientras la estructura política del país no se transforme.
Por lo demás, los mexicanos no queremos un gobierno de cien
días. Mucho menos una presidencia imperial como la del Siglo pasado. Lo que
deseamos es un gobierno que ejerza el poder de manera democrática pero, por
sobre todo, que los cambios estructurales realmente permitan tener una Nación
que viva con la mira puesta en trabajar todos los días para mejorar su forma de
vida de una manera sana, con armonía y la mira puesta en un futuro como el que
los expertos miran para México desde fuera.