- La de anoche fue una recordanza de sus 72 años de vida y 50 como escritor, periodista y catedrático universitario, al lado de sus amigos y admiradores en el Palacio de las Bellas Artes
México, D. F., a 3 de julio de 2013.- Irreverente como ha
sido desde sus inicios hace 50 años en la literatura, con el ácido humor que le
caracteriza y la compañía de sus amigos y admiradores, anoche René Avilés Fabila
realizó una Recordanza de su vida y puso en claro algunos de sus conceptos:
“creo que todo lo que se escribe es ficción, incluido el género testimonial”;
en la crítica literaria “se escribe por amistad o por enemistad” y aceptó que,
de acuerdo con lo publicado alrededor de su obra, Tantadel es lo mejor que ha
escrito.
Acompañado por el también escritor y periodista Mario
Saavedra, quien le dio pie para esta íntima Recordanza en la Sala Manuel M.
Ponce del Palacio de las Bellas Artes, Avilés Fabila fue ovacionado cuando
criticó a presidentes, gobernadores, políticos, escritores, periodistas,
funcionarios culturales y otros.
“Nunca entendí. En el Grupo San Ángel que se supone era
formado por puros intelectuales, siempre me tocó que se sentarán junto a mí, por
un lado Vicente Fox y por el otro Elba Esther Gordillo”, destacó entre aplausos
en el evento llamado "Protagonistas de la Literatura Mexicana".
Dijo no entender al periodismo que adula; “no entiendo por
qué al político le tenemos que aplaudir si hace bien las cosas, si para eso le
pagamos”.
Por el lado de la literatura admitió haber sido impresionado
en sus inicios como escritor por “Homero el griego, el de la Ilíada, no
Simpson”, Franz Kafka y cuando leyó a Juan José Arreola y Jorge Luis Borges,
descubrió un mundo impresionante.
Recordó sus primeros años en la literatura al lado de
Arreola, Juan Rulfo, José Revueltas, Emilio Abreu Gómez y Francisco Monterde,
como sus guías en el Centro Mexicano de Escritores y expresó que hoy hace falta
una entidad como aquella. “La Casa Lamm lo intentó. Lo llamamos Centro de
Escritores Juan José Arreola. Funcionó un tiempo porque los jóvenes están
ávidos de literatura”.
La charla fue de sus primeros años como habitante en la
colonia Villa de Cortés, donde hoy está la estación del Metro del mismo nombre,
pasando por su estancia en París, su novela Los Juegos que lo estigmatizó
dentro del ámbito literario, pasando por el resto de sus obras y su actividad
como catedrático en las Universidades Nacional Autónoma de México y la Autónoma
Metropolitana.
Aprovechó la oportunidad para expresar que durante los
sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón prácticamente fue un exiliado
literario porque sus obras fueron sacadas del Fondo de Cultura Económica y le
fue retirada la beca del Sistema Nacional de Creadores, presumiblemente por sus
escritos periodísticos.
Tampoco podía quedar atrás su actividad como promotor del
Museo del Escritor y la forma cómo ha recopilado más de 35 mil libros, cuatro
mil de ellos herencia de su madre, hasta manifestar su hastío y desesperanza
porque quienes debieran impulsar la cultura, que son los políticos, son los
menos sensibles.
“Ya basta de pedir limosna” para instalar el Museo del
Escritor en un lugar adecuado, que no puede ser otro que el Centro Histórico de
la Ciudad de México, expresó, motivo por el que piensa muy seriamente en
donarlo a la Universidad de Austin, en Texas, donde seguramente podrían
apreciar el valor del mencionado acervo cultural, único en el mundo porque está
conformado por primeras ediciones de cientos de escritores reconocidos.
En ese paseo por su ya larga vida y trayectoria al servicio
de la literatura, el periodismo y la cátedra también dio a conocer la forma
como investigó para construir su novela Réquiem por un suicida y aceptó haber
sido influenciado en sus textos eróticos por Anais Nin y Henry Miller.
Respecto a la crítica literaria recordó que aquí se escribe,
se elogia a alguien porque es amigo y todo lo contrario. “Yo como crítico de
literatura hablo de lo que me gusta y de lo que no me gusta; nunca he analizado
a fondo a montones de autores, salvo aquellos que me interesan como (Rubén)
Bonifaz Nuño, Arreola o (Agustín) Yáñez con quien quedé endeudado durante toda
la vida”.
Y no dejó pasar la oportunidad para afirmar: “En general
estoy convencido que en todos los géneros testimoniales se miente, se falsifica
la historia; aún en la literatura que pretende ser no ficción, como la de
Truman Capote hay ficción; no hacerlo es imposible”.
También contó la anécdota cuando Carlos Fuentes, “que no le
gustaba pagar las comidas aunque él invitara”, lo convocó a comer y luego de
varias horas le preguntó su opinión sobre el ensayo de Norma Khlan de la
Universidad de Columbia en Nueva York, llamado “Un nuevo verismo” donde la autora
afirma que su exponentes rompen “con las tres generaciones anteriores,
representadas por Agustín Yáñez, Juan Rulfo y Carlos Fuentes”.
Donde, concluye que “aunque rompan con poéticas anteriores,
constituyen siempre una continuidad; el vínculo de Tantadel con María y Aura es
obvio: las novelas no tratan sobre esas protagonistas sino sobre el narrador
que las crea, las idealiza y las destruye”.
Es entonces que “comencé a valorar el libro que yo había
hecho y encontré en otros países cometarios que me ayudaron a hacerlo”, dijo el
autor de Recordanzas y Nuevas Recordanzas.