Algo más que palabras
Vivimos con una sensación de asfixia permanente
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
La visión humana de la creación conlleva un respeto hacia la
propia naturaleza, que hemos de saber administrar en su conjunto, o sea
planetariamente, acatando la belleza del ecosistema como algo propio que
debemos preservar, además, para las generaciones venideras. Por desgracia,
solemos actuar contrariamente a sus fines, motivados por la codicia, por la
arrogancia y el engreimiento del dominio, por la estupidez del tener, sin otro
objetivo que el dañar nuestra propia existencia, que es colectiva y de nadie en
particular. Por ello, debiéramos tomar mayor conciencia sobre la naturaleza de
cada ser y su mutua conexión con el orbe, en el que hemos de convivir todos sin
tantos tintes contaminantes. Precisamente, un reciente informe de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca la urgente necesidad de reducir
las emisiones del carbono negro, el ozono y el metano, así como el dióxido de
carbono, los cuales contribuyen al cambio climático. Se da la circunstancia, de
que por primera vez este documento recomienda acciones directas, encaminadas a
proteger la salud y a evitar las enfermedades
y muertes prematuras, que casi siempre afectan en mayor medida a las
personas más vulnerables. Desde hace tiempo, todos sabemos que el resultado
directo o indirecto de nuestro modo de vivir es, cada vez, más perjudicial para
la salud de la población. Sin embargo, hasta ahora las acciones han sido más
bien pasivas, cuando no destructivas, quizás por esa falta de sentido ético en
función del bien colectivo.
Indudablemente, las consecuencias de los cambios
ambientales, ya se sufren de modo trágico en muchos países, que nos recuerdan
la gravedad de nuestra irresponsabilidad. Está visto, que únicamente podremos
hallar respuestas adecuadas si actuamos juntos y concordes, la humanidad toda
ella. Desde luego, las acciones prioritarias que recomienda la Organización
Mundial de la Salud, son contundentes, sobre todo a la hora de reducir las
emisiones de los vehículos a través de la implementación de estándares sobre
emisiones altas y eficiencia, así como las políticas e inversiones para
priorizar el tránsito rápido de transporte colectivo como autobuses y trenes,
además de proporcionar estufas y combustibles alternativos más limpios y
eficientes, alentando asimismo a las poblaciones de alto y medianos ingresos a
aumentar su consumo de alimentos de origen vegetal nutritivos, lo que podría
reducir ya no sólo las enfermedades del corazón y algunos tipos de cáncer, sino
también las emisiones de metano asociadas con algunos alimentos de origen
animal. Es más de lo mismo de siempre. Como quiera que no podemos perder más
tiempo, pues la tierra, nuestro hábitat, parece convertirse en un inmenso
océano de inmundicias que nos dejan sin la pureza del aire para poder vivir.
Por consiguiente, tan importante como dar una respuesta colectiva que implique
a toda la especie humana, se trata también de crear otra conciencia más
solidaria, más de encuentro, para que seamos capaces entre todos de proteger el
planeta y la familia humana.
En este sentido, pensamos que la publicación del citado
informe de la Organización Mundial de la Salud, puede ser un paso significativo
en la prevención de enfermedades y muertes relacionadas con la contaminación
atmosférica, siempre y cuando trabajemos todos armónicamente y nos
concienciemos en global. El objetivo es concluyente: "Para el año 2030,
reducir sustancialmente el número de muertes y enfermedades por productos
químicos peligrosos y por la contaminación del aire, el agua y el suelo".
Por otra parte, es una buena noticia que la citada Organización esté poniendo a
prueba varios de sus enfoques de salud urbana. Como ha dicho recientemente el
Secretario General de Naciones Unidas, "un buen diseño urbano puede ayudar
a combatir el cambio climático, reducir el efecto de los desastres y hacer que
las ciudades sean más seguras". Se
me ocurre idéntica actuación para el desarrollo rural, con el añadido de que
aún siguen existiendo graves desigualdades en todo el mundo entre la vida en la
urbe y la vida en el campo. Pero al fin, todo es semejante, pues el objetivo
final es mejorar la calidad de vida del
planeta y conservar su medio ambiente lo más intacto posible. En cualquier
caso, es una noticia esperanzadora que una alianza mundial voluntaria de
gobiernos, organizaciones intergubernamentales, empresas, instituciones
científicas y la sociedad civil comprometida, conocida como la Coalición de
Aire Limpio y el Clima, trabaje duro con acciones concretas para reducir los
contaminantes climáticos, incluyendo metano, carbono negro y muchos
hidrocarburos, a través de iniciativas de colaboración para sensibilizar,
movilizar recursos y liderar acciones transformadoras en sectores de emisores
fijos.
Sea como fuere, para dolor de toda la humanidad empieza a
ser trágico el aumento de los migrantes, ya no sólo huyendo de las inútiles
contiendas, también abandonan sus orígenes, casi siempre sin protección alguna,
por la miseria empeorada por la degradación ambiental. Sin duda, cuesta admitir
la falta de reacciones ante esta economía de devastación, lo que es un evidente
signo de la pérdida del sentido responsable para con nuestros semejantes, sobre
el cual ha de fundarse toda sociedad que se precie de humana. No es de recibo
ocultar estos problemas que sufren generalmente lo más pobres, y lo que es
peor, aún no hay conciencia de la gravedad de estas conductas que se apoderan
de la tierra para sí como si fuera suya, sin importarles el dolor que revierte
sobre muchas personas desamparadas. Pese a todo, parece que algo se mueve en el
espíritu humano de la juventud, y así, la Conferencia de París sobre el Clima 2015,
a celebrar a finales de noviembre en Francia, reunirá el martes 3 de noviembre,
en el Auditorio de Radio France, a un millar de jóvenes de los cinco
continentes movilizados para dar a conocer sus soluciones frente al cambio
climático y hacer oír su voz junto a los responsables políticos y económicos,
lo que contribuirá, evidentemente, a esclarecer mucho más el deseo de acelerar
la transición mundial hacia un desarrollo bajo en emisiones de carbono.
El deterioro de la calidad de la vida humana empieza a
resentirse, en parte debido a esta ofensa ambiental, fruto de tantas emisiones
tóxicas, sin espacios verdes suficientes,
y con una ruptura total con la naturaleza, a la que ya no sólo no
atendemos, sino que tampoco activamos como porción nuestra. En relación a este
desmembramiento, donde el mercado se ha divinizado mientras la naturaleza se ha
supeditado, estoy convencido de que el riesgo de desastres se va a incrementar
en todo el planeta por el cambio climático. Lo cierto es que vivimos, a veces
sin saber que cohabitamos y existimos, con una sensación de asfixia permanente,
difícil de despojarnos de ella. Es de desear, por consiguiente, que la
comunidad internacional y los diversos gobiernos del mundo, las familias y cada
persona por sí misma, sepan transformar estos ámbitos contaminados, nocivos
para todo ser humano, en lugares de protección, con otros estilos de vida más
responsables con el entorno. Lo que produce un inmenso desconsuelo es pensar
que mientras el medio ambiente nos ha venido alertando por nuestro caos y
desorden ecológico, apenas hemos hecho nada, pues a poco que le hubiésemos
prestado atención, tendríamos otra casa más humana y habitable para todo ser
vivo. Al fin y al cabo, una sociedad, materialmente endiosada, dispuesta a
oprimir el alma, no está en sí misma bien orientada hacia un verdadero avance humano,
respetuoso con el medio.
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