Vivir es desvivirse por vivir
“Una vida bien versada es una vida bien vivida”
El deseo de vivir es algo innato en toda existencia, sea
cual sea su reino, pues también los animales salvajes y las plantas silvestres
nos acompañan a formar parte de esa necesaria biodiversidad, en la que todos
tenemos cabida y misiones específicas. Desde luego, la primera obligación de
todo ser humano es contribuir a dar aliento, a preservar y utilizar de forma
sostenible la gran diversidad de savia en el planeta, a ponernos en camino y
siempre hacia adelante. El único sentido por el que vivimos y cohabitamos
radica en donarse (para dar vida) y en quererse (para ser verso), pues una vida
bien versada es una vida bien vivida. No podemos hacer de nuestro hogar
terrenal, por el que caminan innumerables especies, un espacio destructor de
sueños y esperanzas. Hay que ser conscientes de nuestros andares, ponernos en
la dirección correcta, prologar el entusiasmo por desvivirse y prolongar las
vivencias que nos unen, dejarse sorprender y asombrar por lo vivido y saber,
que tengo que ser responsable, porque ahora existo y por mi existirán otros.
Por eso, es vital unirse y reunirse por una misma preocupación, la de
injertarnos luz para no generar más daños ecológicos. Porque una violación
contra la naturaleza es un quebrantamiento contra nuestro florecer.
Precisamente este 2020, al que personalmente he bautizado
como “el del encuentro con el verso de la vida”, estoy convencido de que va a
proporcionar una oportunidad única de progresos transformadores en pro de la
conservación y del uso sostenible de las especies de fauna y flora silvestres
en respuesta a los desafíos mundiales de desarrollo sostenible que pueden
abordarse mejor con soluciones sustentadas en la propia naturaleza. Hay que
regresar al entorno existencial para sentirnos parte del poema, activar las conciencias
de saber estar y coexistir, movilizar los corazones y congregar latidos en
favor de espacios más habitables para todos. A propósito, la Convención sobre
el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres
(CITES), acaba de lanzar una web, que será actualizada periódicamente con
información sobre el Programa y las actividades que este apoya en América
Central, del Sur y del Caribe, África y Asia, en la que brinda una experiencia
de navegación interactiva e intuitiva para cualquier persona interesada. Lo
importante es tomar cognición de nuestras obligaciones y llevarlas a buen
término, pues la vida en plenitud se vive si uno al fin se desvive por ella,
sabiendo que nada de este mundo nos debe resultar indiferente.
En efecto, la vida no es fácil para nadie, exige tenacidad y
esfuerzo, coherencia con la comprensión de lo auténtico y empeño en comprender
la verdad, dedicación a los demás antes que a uno mismo y brindis por el valor
intrínseco de la flora y fauna que nos circunda, pues sus contribuciones
ecológicas, recreativas y estéticas al desarrollo sostenible, están ahí,
avivando nuestro propio bienestar. Seamos agradecidos y tomemos buena nota de
ese futuro que necesitamos, del que todos tenemos que formar parte, al menos para
contribuir a unas atmósferas más armónicas que las actuales. Sin duda, los
agentes contaminantes y el cambio climático son las mayores amenazas para el
desarrollo sostenible en todo el mundo, todo ello como resultado de la
irresponsabilidad de nuestras acciones, que tendrán implicaciones sobre toda
existencia. En realidad, la pérdida de selvas y bosques, en demasiadas
ocasiones propiciadas por la acción humana, nos deteriora la calidad de la
vida, porque no podemos olvidar que todos estamos conectados entre sí, y cada
cual tiene su valor, pues nos necesitamos unos a otros en ese pulso viviente
que nos ha incrustado el distintivo aliento que nos embellece de pasos.
El poema de la vida, en consecuencia, no puede degradarse.
La humanidad tampoco puede deshumanizarse o cultivar vacías palabras, frente al
gemido del planeta y la lamentación de los excluidos. Sin duda, hemos de pensar
en un mundo distinto, menos enfrentado y más solidario con el agotamiento, ya
no solo de algunas reservas naturales, también con el propio espíritu humano
que no puede debilitarse por alimentar vicios autodestructivos, que acabarán
pasándonos factura a todos los seres vivos. El ámbito de lo irracional tiene
que dejar de gobernarnos. No somos Dios, por muy endiosados que nos sintamos,
lo que si somos es el verso creativo, el timbre de lo existencial, el
pensamiento que nos ha de reconciliar hacia otros horizontes más serviciales y
menos dominadores. Todo debe de moverse por amor, orientarse hacia el amor,
ordenarse con amor, redimirse por amor, que es lo que verdaderamente nos hace
crecer como humanos seres vivos. Ojalá aprendamos a reconducirnos, a reamarnos
en vez de rearmarnos, a recuperar lo creado para recreación de todos. No
podemos abandonarnos a una vida que nos esclaviza y consume, que nos hace
perder el sentido de familia, que nos degenera el ambiente de nuestro propio
hábitat y también nos corrompe con avances que no son, pues este deterioro
viviente que sufren todos los continentes lo que nos cuestiona al fin son los
comportamientos de cada uno de nosotros.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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