Necesitamos adherirnos
“Bajo las mimbres creativas del entendimiento todo es
mejorable”
El hermanamiento entre mundos diversos es algo esencial,
pues únicamente trabajando unidos es cómo podemos subsistir y avanzar. De ahí,
que el respeto y la consideración hacia todo ser vivo, deba incluirse en todos los planes educativos.
Unido a esto debe germinar el espíritu solidario, pues necesitamos adherirnos,
las personas de todas las naciones y todas las lenguas, más allá de las
posibles fronteras y de los frentes que puedan surgir. El asunto es promover el
sueño, de que cada cual saque lo mejor de sí para compartir, sin tener que
desarraigarse o debilitar la identidad.
En este quehacer todos somos necesarios e imprescindibles,
máxime en un tiempo en el que la
globalidad del mundo atraviesa graves conflictos y grandes perturbaciones,
agravados por una crisis sanitaria mundial sin precedentes que acarrea
peligrosas repercusiones económicas y sociales. Sea como fuere, tampoco podemos
crecer en la desconfianza, en el aislamiento y aún menos en la indiferencia. Es
hora, por tanto, de que la familia humana se una y se reúna alrededor de la
escucha y el diálogo, al menos para repensar sobre nuestras prioridades y el
modo de construir un porvenir más saludable y digno para todos.
No hay mayor espíritu cooperante que la entrega generosa de
cada cual, si en verdad queremos salvaguardar la creación, promover un
desarrollo más inclusivo, y propiciar una acción colectiva justa. Sin duda, hoy
más que nunca se requiere de un foro global, donde a nadie se le excluya del
debate, además de mantener la concordia y la buena disposición entre líderes,
pues no hay otra forma de mantener el espíritu armónico, que protegiendo los
derechos humanos, previendo ayuda humanitaria, promoviendo la mejora
existencial de las personas, creando condiciones bajo las cuales puedan
mantenerse tanto la justicia, como sustentarse el respeto a las obligaciones
emanadas de los tratados y de otras fuentes de derecho internacional.
Lo importante es crear conciencia de lo que somos y hacia
donde queremos caminar. Desde luego, hemos de hacerlo con un sentido
responsable y humanístico. La mejor orientación ha de hacerla uno hacia sí
mismo. El reto cultural, ya sea a favor o en contra del bien común, nos exige
una mirada innovadora que nos permita entendernos, basada en la comprensión de
que todo está interconectado, y como tal el cuidado de nuestra casa común debe
hacerse desde el vínculo del donante, jamás desde el posesivo, puesto que el
sosiego sólo llega cuando viene acompañado de auténticos valores y de justos
principios.
Téngase en cuenta, que bajo las mimbres creativas del
entendimiento todo es mejorable. Pongámonos en acción siempre. Así como el
hierro se oxida por falta de uso, también la pereza destruye nuestra innata
capacidad. Recapacitemos, en consecuencia, sobre nuestra arrogancia, el imperio
de los poderes corruptos, los vicios de nuestro espíritu siempre hambriento de
alcanzar el máximo endiosamiento. Todo este inmenso lenguaje de contradicciones
nos dificulta para desprendernos de esta ceguera inhumana, que nos está
impidiendo hacer tronco, obviando que juntos somos más fuertes. Por eso, está
bien que el mundo muestre de un modo u otro una extraordinaria unidad en pro
del bien colectivo. Se me ocurre pensar en esa respuesta mundial a la crisis
del coronavirus, en las donaciones para el acceso universal a las vacunas, en
la entrega de esas gentes que trabajan sin descanso para expandir rápidamente
el conocimiento científico sobre este nuevo contagio, ofreciendo asesoramiento
permanente sobre medidas para proteger la salud y prevenir su propagación.
Son estas adhesiones solidarias, precisamente, las que nos
hacen crecer por dentro que es lo que en realidad nos integra y da sentido
comunitario a nuestras hazañas de cada día. Maduremos la idea de que a todos
nos une la vida y los deseos de vivir. ¿Cómo no luchar codo con codo entonces?
Lo cruel es dejarnos devorar por este individualismo egocéntrico que no mira
más allá de la posesión, de la riqueza para sí y los suyos. Algo tremendo, ya
que lo trascendente es reconocernos unos a otros, entrar en sintonía con su
manera de vivir y trabajar, consensuando aquello que hemos de proyectar como
bien social, por un deber de justicia y de innata humanidad. Cuidado con dejar
los derechos humanos en suspenso. Cada día son más las gentes que se hallan al
borde de la supervivencia, y esto sí que es grave, gravísimo, en un mundo con
tantas potencialidades a desarrollar.
Víctor CORCOBA HERRERO / Escritor
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