FIDEL Y HANK: EL CACIQUE Y EL CAUDILLO
Por José Martínez M.
México, D. F., a 24 de octubre de 2012.- Después de seis
meses de haber desaparecido de la escena pública y seis años después de haber
dejado el poder en manos de su hermano Raúl, el mítico Fidel Castro ha
sorprendido a sus críticos al salir nuevamente de su escondrijo. El comandante
reapareció para desmentir las versiones de que estaba postrado a causa de un
derrame cerebral “no recuerdo siquiera qué es un dolor de cabeza", dijo y
calificó como "aves de mal agüero" a los que difunden "las más
insólitas estupideces" sobre su salud, según un escrito divulgado en el
portal oficialista Cubadebate (cubadebate.cu). A sus 86 años Fidel apareció en
unas imágenes apoyándose en un bastón vistiendo camisa oscura a cuadros,
pantalón deportivo y sombrero típico de campesino cubano, tejido con fibra de
yarey. La noticia le dio la vuelta al mundo.
A propósito de Fidel Castro ha comenzado a circular en las
librerías de Estados Unidos el ensayo “Las cartas del Armagedón”, un libro
escrito por los académicos James G. Blight y Janet M. Lang donde dan cuenta del
intercambio epistolar sobre la crisis cubana de los misiles. No obstante que se
encuentra en el ostracismo Fidel Castro, es, y seguirá siendo noticia. Es uno
de los pocos personajes del siglo XX que aún sobreviven.
La leyenda de Fidel comenzó en México a mediados de la
pasada década de los cincuenta. Una historia poca conocida del legendario
comandante cubano fue su relación con el profesor Carlos Hank González.
Cuando me dispuse a reeditar mi libro “Las enseñanzas del
Profesor”, publicado por primera vez a finales de los noventa por editorial
Océano, tres lustros después tuve oportunidad de rastrear la relación entre el
líder de la revolución cubana y el también mítico profesor Hank González. Fue
así que en la nueva versión de 2012 del libro “Las enseñanzas del Profesor. De
Hank a Peña Nieto”, escribí:
Después de varios años de hacer méritos en la burocracia, a
la edad de 28 años, Carlos Hank González ocupó su primer cargo político
importante apoyado por el gobernador Salvador Sánchez Colín: la presidencia
municipal de Toluca. Entonces el país era gobernador por Adolfo Ruiz Cortines,
conocido como el presidente conciliador por dialogar con todos los sectores
sociales y políticos del país. Eran los tiempos de la llamada guerra fría, la
cual dominó la segunda mitad del siglo XX, época en la que el comunismo era
visto como una amenaza para el mundo occidental.
Carlos Hank, quien años antes había encabezado un club de
Atlacomulco que ostentaba el nombre de “La República Ideal”, se relacionó con
varios estudiantes y maestros normalistas, y por intermedio de éstos conoció,
en sus tiempos de alcalde, a un joven cubano un año mayor que él: Fidel Castro
Ruz, quien se convertiría en el mítico comandante de la Revolución cubana.
Aquel par de jóvenes políticos se identificaron y se
hicieron amigos, a tal grado que la relación entre ambos fue determinante. De
esta manera, el Profesor fue uno de los primeros amigos mexicanos de Castro y
de Camilo Cienfuegos, quienes siempre andaban juntos, aun antes de que el Che
Guevara conociera a Fidel.
Carlos Hank fue un joven que padeció muchas carencias. Se
vio obligado a salir de su natal Tianguistenco con la ayuda del alcalde su
pueblo, José Palacios, quien le otorgó una beca de diez pesos mensuales para
cursar la secundaria en Toluca, la capital del estado. Después, con algunas
dificultades, prosiguió sus estudios en la Escuela Normal donde, a la edad de
19 años, fue electo secretario general de la Federación de Jóvenes
Revolucionarios del Estado de México.
Hank se ganaba la vida como profesor mientras continuaba con
sus estudios en ciencias biológicas e incursionaba en la política como líder
estudiantil. En contraste, Fidel Castro provenía de una familia burguesa y
había sido formado dentro de una educación elitista. Sin embargo, Fidel destacó
por su activa militancia política en la universidad. Y fue en las aulas de la
Universidad de La Habana donde surgió su sueño de derrocar la dictadura de
Fulgencio Batista por medio de las armas.
Antes de su llegada a México y de conocer a Hank, Fidel
había encabezado, el 26 de julio de 1953, el frustrado asalto al cuartel
Moncada, en la provincia de Santiago. El hecho coincidió con el centenario del
héroe cubano de la independencia, el poeta José Martí. Durante la refriega, más
de 60 de los 135 alzados perdieron la vida, en combate o ajusticiados. El joven
líder fue encarcelado después de su célebre alegato ante el tribunal, que
tituló “La Historia me absolverá”. Por esos hechos, Fidel Castro fue condenado
a 15 años de prisión en la Isla de Pinos, a 94 kilómetros de La Habana. Fidel
Castro sólo cumplió dos de los 15 años a que fue sentenciado, merced a un
indulto que lo puso en libertad en 1955.
Fidel conoció al Che Guevara en México. De hecho, la relación
de Ernesto Guevara con los hermanos Fidel y Raúl Castro se dio cuando el Che
emigró a México, en 1954, tras salir de Guatemala donde conoció a Ñico López
cuando fue derrocado el gobierno de Jacobo Arbenz. Fue Ñico quien presentó al
Che con Raúl Castro, recién llegado de La Habana a México. Raúl y Ernesto se
hicieron inseparables, convivían casi todos los días. Raúl le confió al Che la
historia del asalto al cuartel Moncada y lo puso al tanto de su hermano Fidel,
quien pronto se vería obligado a exiliarse, pues su vida corría peligro en
Cuba.
Fidel Castro llegó a México el 8 de julio de 1955. Lo hizo
sin solicitar asilo político en la embajada de México, sino mediante una visa
de turista. A su llegada a la ciudad de México, Fidel organizó su cuartel general
en casa de María Antonia González, una cubana que era el alma grande de todos
los refugiados cubanos. Allí, Raúl presentó al Che con su hermano Fidel y dio
comienzo a una de las leyendas de la Revolución cubana.
Durante su estancia en México, de julio de 1955 a noviembre
de 1956, Fidel Castro escuchó historias sobre los personajes de la Revolución
mexicana. Uno de ellos llamó su atención: el doctor Gustavo Baz Prada, un
mexiquense que en 1915, poco antes de cumplir 21 años y al triunfo del Plan de
Ayala, había sido habilitado como general de brigada para ser designado, por
primera vez, gobernador revolucionario del Estado de México, hasta que las
fuerzas carrancistas tomaron el control de ese estado. Baz Prada tuvo que
abandonar el poder y enseguida renunció a su grado de general brigadier
zapatista para continuar con sus estudios de medicina. Cuatro décadas después,
Gustavo Baz, durante el gobierno de Ruiz Cortines, fue postulado por el PRI
como candidato a gobernador e invitó a uno de sus actos de campaña al joven
Fidel Castro. (En septiembre de 1957 Gustavo Baz tomaría posesión como
gobernador constitucional del Estado de México.)
Carlos Hank González, entonces alcalde de la capital
mexiquense conoció en ese acto de campaña a Fidel Castro. En ese encuentro
ambos congeniaron y se hicieron amigos. Comenzaron a frecuentarse y, un par de
meses después, Fidel Castro solicitó su ayuda; lo puso al tanto de sus planes y
le contó que en Cuba había miles de personas dispuestas a tomar las armas para
derrocar al dictador Fulgencio Batista.
Hank lo apoyó con armas y municiones y, por supuesto,
dinero. Asimismo, el profesor Hank le pidió a sus más allegados que, con la
mayor discreción, se dieran a la tarea de buscar un lugar para el entrenamiento
de los hombres de Fidel. Un lugar con cerros que se asemejara a lo que
eventualmente tendrían que enfrentar en la Sierra Maestra.
(Continuará segunda y última parte).