Los apóstoles de la paz
Víctor Corcoba Herrero/ Escritor
Me gusta que la gente se afane en calmar tensiones, puesto que las tiranteces no conducen a nada
bueno, en un mundo sobrecargado de armas. Bienvenidos, pues, los apóstoles de
la paz, aquellos que no conocen fronteras, y su única tarea radica en conciliar
lenguajes, reconciliando almas. Ellos son el viento terapéutico que el planeta
necesita para poner armonía en un paisaje tan globalmente convulso, donde
prevalecen las divisiones este-oeste, norte-sur, amigo-enemigo, sobre las
fuerzas de concordia y unidad. Por eso, urge tomar decisiones que nos serenen,
está en juego la supervivencia misma de la humanidad entera, en virtud de la
capacidad destructiva que nos acorrala. Son una leyenda ya vieja las inútiles
contiendas, motivadas por el odio y la venganza. O la de grupos privilegiados
que abusan de su poderío para imponer su yugo a sociedades enteras. O la de
ciudadanos que llegan a construir su bienestar a expensas del bien de los
demás. Los instintos irracionales y egoístas se repiten hasta la saciedad. Somos
así de necios; de ahí, la necesidad de estos discípulos de lo armónico para
emprender un camino de verdadera unión entre todos.
Hoy por hoy, nos desborda este camino de nerviosismos que
nos deja más pálidos que los tizones de las llamas. Nos alegra, por tanto, que
el día veinticuatro de octubre, casi dos centenares de monumentos, edificios y
otros lugares famosos, en casi medio centenar de países del mundo, se iluminen
de azul para celebrar el setenta aniversario de Naciones Unidas. Yo también
pienso, como dijo su Secretario General, que "al pintar el mundo con el
azul de la ONU por un día, podemos iluminar el camino a un mañana mejor".
Nos hace falta esperanzarnos y cualquier luz siempre es gratificante para
promover juntos una auténtica movilización ética mundial, que vaya más allá de
cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas. Con la fraternización
todo será más llevadero, porque un mundo hermanado comienza con la
autosatisfacción de cada persona y finaliza abrazando la verdad como bandera,
abandonando cualquier forma de intolerancia y discriminación. Yo así lo
considero, y creo que cualquier genuino evangelista del orden poético, sabe
bien que no basta con hablar de buenas intenciones, uno debe de armonizar las
alianzas y trabajar de manera coordinada para conseguirlas. Que un mundo nace
cuando dos se aman.
En el contexto de las relaciones internacionales, es
necesario reconocer el papel de estos propagadores de la armonía, siempre
dispuestos a promover el bien colectivo; y, en consecuencia, a defender la libertad
ciudadana, en la que debe haber una correlación entre derechos y deberes, por
el cual cada ser humano está llamado a asumir las responsabilidades de sus
propias actuaciones. En este sentido, hemos de ser efectivos defensores de la
verdadera libertad social, que consiste en poder vivir cada uno según las leyes
y según la recta razón. Por eso, causa verdadero pavor aquellos que aprisionan o apresan vidas
humanas, sin motivo alguno. Precisamente, la Unión Interparlamentaria (UIP) de
Naciones Unidas, acaba de expresar su gran preocupación por el destino de dos
ex parlamentarios iraquíes, uno de los cuales ha sido condenado a muerte y
presuntamente se encuentra recluido en régimen de aislamiento sin acceso a
tratamiento médico. No tiene sentido, acusar falsamente y mucho menos condenar
a muerte lo que es vida por propia razón de existencia. Resulta imposible
imaginar que los Estados aún no puedan disponer de otro medio que no sea la
pena capital, máxime en lugares de conflictos en los que no suele haber un
juicio justo.
En cualquier caso, yo me quedo con la legión de pacifistas
para abrir boca, o si quieren camino, repartiendo más sonrisas que panes y más
abrazos que lágrimas. Sin duda, el servicio a la paz, como alma que nos fraterniza
requiere de más puentes que muros, y
merece ya no sólo el aplauso de todos, también el seguimiento de ser
como ríos en busca de mar, para el
reposo y la quietud. Al fin y al cabo, ¿qué hace falta para ser dichoso?. Poca
cosa: un poco de amanecer para levantar el ánimo, una pizca de aire para
respirar, y una chispa de verso para alegrar el alma, que es aquello por lo que
vivimos, sentimos y pensamos. No olvidemos que los apóstoles de la calma,
llevan en su ordenado espíritu, una vida de gozos que les colma de alegría.
Retiremos las armas. Tomen voz los cultivadores de poesía. Hagamos silencio,
¡reflexión!.
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