Por Renato Consuegra
México, D. F.- Las opiniones han sido de uno y otro color.
Blanco o negro por no decir amarillo o rojo. No hay lugar para los grises. Así,
una gran mayoría de medios vio a Enrique Peña Nieto ser vapuleado por los
jóvenes de la “Ibero”; la cadena OEM y los medios controlados en los estados
priístas lo vieron aguantar y salir victorioso del boicot que le presentaron
los estudiantes, mientras que Televisa nada vio.
Era previsible que a Enrique Peña Nieto no le iría nada
bien, ni le irá en cualquiera de las universidades a la que vaya, incluida la
Autónoma del Estado de México, porque la juventud, los estudiantes, a esa edad,
suman un sinnúmero de preguntas que muchas ocasiones los adultos no sabemos
contestar y si logramos responderlas, no aceptarán las respuestas. Es la edad
de la rebeldía, de estar en contra del status quo, de la actuación en libertad,
sin cortapisas.
No dudo que hubo mano negra de las huestes de Andrés Manuel
López Obrador, quien dos semanas antes fue recibido con gritos de “presidente…
presidente”, pero tampoco que el movimiento anti Peña haya sido natural porque
cuando jóvenes, generalmente nos inclinamos a la izquierda, aunque AMLO no la
represente.
Tampoco dudo que Peña Nieto tuvo un grupo de seguidores
llevados de fuera, como un alumno del Tec de Monterrey ventiló, el equipo de
Peña Nieto habría exigido a manera de protección en su probable visita a ese
centro de estudios, 900 lugares.
Seguramente, también, una parte de estudiantes se quedó a la
expectativa porque no simpatizan ni con uno ni con otro candidato y tal vez
esperen a la llegada de Josefina Vázquez Mota, egresada de la Ibero, para
manifestarse a favor o en contra.
Es un ejercicio altamente democrático que los jóvenes se
expresen, es saludable, incluso para la vida pública del país. Nos merecemos
una sociedad abierta, libre, donde la libertad de expresión sea base de la
participación política.
Finalmente el problema es la polarización en la que estamos
cayendo todos.
Como llave de esta polarización encuentro, por un lado la
avalancha de recursos económicos, técnicos y humanos que derrocha un candidato
para hacer creer a la gente que es lo que México realmente necesita; un
candidato a quien le aseguran ambientes controlados y, por el otro, la
necesidad de éstos jóvenes de hacerse escuchar y hacer ver, de manera
desesperada, que no es esa propuesta la que quieren para el México que les
tocará cargar sobre sus espaldas.
Los jóvenes que se manifestaron, seguramente no quieren en
la presidencia a un gobernante de un PRI que en los estados hipotecó el futuro
de neoleoneses, coahuilenses, veracruzanos, quintanarroenses, poblanos,
oaxaqueños y hasta mexiquenses y que fue autoritario, con razón o sin ella, con
mujeres y campesinos en Atenco.
Estudiantes y críticos, al fin, quizá tampoco quieran a un
presidente que demostró que si no trae un guión al alcance, carece de la
capacidad de salir adelante en situaciones embarazosas. A nadie se le olvida su
lapsus en la FIL de Guadalajara.
Ojalá los políticos y sus asesores entendieran que México ya
cambió, que es otro, que los tiempos del autoritarismo como en los años 60 y 70
es cosa del pasado y nuestros jóvenes no quieren que los remitan a él. Es
tiempo que se les escuche, pero también que se les proponga un futuro viable,
digno, y no se les venga a tratar de vender espejitos porque entonces se vuelve
un diálogo de sordos como el que hemos visto en esta campaña.
El ejemplo de Egipto y demás países del Medio Oriente, no ha
dejado huella en los políticos.
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