domingo, 24 de abril de 2011

Todo un éxito la celebración de los 168 Años de tradición de “Semana Santa” en Iztapalpa, obra cultural con significado y valor excepcional.


Delegación Iztapalapa, D.F.- Esta Representación forma parte de una visión cultural donde se mostró una Iztapalapa en la que se reconoce la calidad de la gente que la habita, gente de trabajo, de lucha, que día a día produce, de comunidad que se organiza.

Alrededor de estas festividades, familias y visitantes se encuentran y comparten, no sólo feligreses y turistas, sino artistas, investigadores de la vida social, fotógrafos de muchos países, como escribe Luis Villoro: “El festejo es visto por una multitud que va de los tres a seis millones de participantes y la puesta en escena corre a cargo de entre cuatro mil y siete mil participantes, lo decisivo es que en Iztapalapa están todos los que deben estar, los protagonistas y los colados, los escépticos y curiosos de a montón”.


En todos los casos lo más importante a destacar es la organización de la gente: las cinco mil personas actuantes, de los Ocho Barrios, en tres meses logran la sincronización de un gran ballet o de una gran fábrica de cosas intangibles, y lo hacen, por el deber o el gusto de hacerlo, para compartirlo con la gente, con el mundo.


El Gobierno Popular de Iztapalapa trabaja para fortalecer la identidad de los iztapalapenses para que todos los que habitamos aquí nos reconozcamos y respetemos, del Salado a la Sierra y de los pueblos a las colonias más cercanas al centro de la ciudad, de las organizaciones sociales a los organismos productivos. Es la cultura de la gente que cotidianamente se organiza, para el diario sustento, para defender sus E 4 derechos y su patrimonio, es la cultura de este pueblo milenario.


La Representación de la Pasión de Cristo simboliza, como otras manifestaciones colectivas, la síntesis de la identidad de los pueblos, en este caso los de Iztapalapa, así como su resistencia; con su organización, ellos crean una realidad comunitaria, al reproducir lo que han hecho sus ancestros, se unen generaciones para representar la historia más conocida de la cultura occidental, haciéndola cotidiana, cada año.

Aquí se refrescan las viejas costumbres; sus habitantes rejuvenecen lazos sanguíneos, de compadrazgo, de pertenencia e identidad con el barrio y con la localidad en las distintas fiestas de su calendario.

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