lunes, 3 de diciembre de 2012

Contracolumna


PEÑA NIETO, EL MENSAJE Y EL DISCURSO

Por José Martínez M.
México, D. F., a 3 de diciembre de 2012.- Enrique Peña Nieto quien asumió su mandato como el presidente número 19 desde el establecimiento del Congreso Constituyente y la Promulgación de la Carta Magna, brindó, sin llegar a ser excepcional, un buen discurso en la toma de protesta. Exposición que contrastó con la retórica de los discursos de los diputados y senadores que fijaron el posicionamiento de sus respectivos partidos políticos. Después de su mensaje a la Nación, Peña Nieto delineó algunos ejes de lo que será su programa de gobierno. Tras el largo y sinuoso camino que el nuevo mandatario tuvo que recorrer en el último año ha llegado el momento de pasar de las diatribas a los hechos.

Hace un año por estas fechas, Peña Nieto pasó uno de los peores momentos de su vida cuando no supo responder a los cuestionamientos de los periodistas sobre los libros que más habían influido en su vida, de refilón sólo pudo atinar a mencionar la Biblia. Más allá de la anécdota, el episodio que derivó de una visita de Peña Nieto a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a donde acudió a presentar un libro, provocó una diáspora entre los intelectuales. Hubo quienes lo criticaron acremente, como el novelista Carlos Fuentes y el historiador Enrique Krauze y otros que salieron en su defensa al argüir que “Peña Nieto es muy inteligente pero no lo quiere demostrar” y para justificarlo adujeron que no es tan importante haber leído tantos o cuántos libros, sino cómo se debe ejercer un buen gobierno.

Pasada la tempestad y tras el ritual de la trasmisión de poderes es importante ponderar el mensaje de los discursos del nuevo presidente, no es un asunto de exégetas o hermeneutas, sino de entender el sentido de lo que serán los principios políticos, sociales y económicos de su administración gubernamental.

En su breve, pero fructífera carrera política Peña Nieto no se ha distinguido por ser un gran orador o un gran político con dotes de intelectual. Por eso es importante rodearse de expertos que logren comunicar –a través de sus discursos– la filosofía de su gobierno.

Desde que los civiles arribaron al poder y el PRI, como tal, hizo su aparición en la escena política el discurso político de los presidentes tomó una importancia fundamental.

Dos hombres excepcionales Jaime Torres Bodet y Jesús Reyes Heroles desempeñaron un papel fundamental como hacedores de discursos presidenciales. El primero diplomático, escritor, ensayista y poeta, fundador de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos e impulsor del Museo Nacional de Antropología –donde el auditorio principal lleva su nombre–, el segundo un prestigioso político, jurista, historiador y académico, considerado como el último ideólogo del PRI, cuyos restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.

A propósito de los habanos y los discursos recuerdo algunas de las grandes disertaciones de Reyes Heroles como en su momento fueron memorables varias intervenciones del legendario Sir Winston Churchill, el mítico Primer Ministro del Reino Unido que en sus discursos impactaba profundamente en los auditorios por su agudo humor y punzante ironía, y quien acostumbraba a hablar, siempre acompañado de un grueso habano, el cual se iba consumiendo lentamente sin que la ceniza se cayera. Esto mantenía a toda la audiencia pendiente de que en cualquier momento la ceniza se caería. Sir Winston se aprovechaba de esta distracción para ir imponiendo sus ideas en los debates. Lo que nadie sabía, era que el viejo zorro preparaba sus habanos enrollándolos con un fino resorte que mantenía la ceniza perfectamente adherida mientras el habano se consumía.

Winston Churchill que escribió sus memorias en seis gruesos volúmenes ha sido el único político que ha recibido el Premio Nobel de Literatura, hecho por el que fue criticado bajo el argumento de que no había derecho a mezclar la política con la literatura, porque según sus críticos el primer ministro inglés había destacado como estadista y jefe del almirantazgo más que como escritor.

Lejos, pero muy lejos de Churchill, en la política mexicana nunca se había caído tan bajo como ocurrió con Vicente Fox y Felipe Calderón cuyos discursos eran de plano muy malos. Los priistas en ese sentido han puesto un mayor interés, muchos de sus cuadros políticos se comenzaban a formar como oradores desde muy jóvenes. En ese sentido los tecnócratas –a partir de Miguel de la Madrid pasando por Carlos Salinas de Gortari hasta llegar a Ernesto Zedillo– le restaron la importancia debida. Por eso muchos recuerdan el memorable discurso de Luis Donaldo Colosio que enfureció a Salinas por la connotación de las palabras del malogrado candidato priista.

“…Me he encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no puede esperar…

“…Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.

Hace poco leí con gran gusto un texto del jurista José Elías Romero Apis sobre quiénes fueron los autores de algunos mensajes que pronunciaron los Presidentes.

En ese texto Romero Apis reflexionaba “¿Quiénes han sido los verdaderos autores de los discursos presidenciales? Porque, en todo el mundo, los altos gobernantes no siempre escriben lo que leen ante el público. Y esto no tiene que ver con que sepan hacerlo o no. Pueden ser muy buenos literatos y oradores. Pero no siempre tienen el tiempo para escribir sus propias piezas. Hay Presidentes que tan solo dictan las grandes líneas o confeccionan las frases titulares. Otros, desde luego, ni siquiera eso.

“También sucede que el discurso pueda estar dirigido a un público especializado y el autor tenga que ser un conocedor de la materia a tratar. Por ejemplo, hablar ante el gremio de físicos nucleares o ante la comunidad indígena de los rarámuri. Se requiere ayuda para no desbarrar.

“Por eso, en ocasiones, hay coautores anónimos que son los que escriben para el gran-jefe.

“Pues bien, supongo que Lázaro Cárdenas se auxilió de las plumas de Narciso Bassols y de Ignacio García Téllez. El primero, mexiquense, sería secretario de Hacienda y el segundo, guanajuatense, sería Procurador de la República”.

Manuel Ávila Camacho fue el primer Presidente que se apoyó en Jaime Torres Bodet, como lo hicieron también Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos.

Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid se sirvieron de Jesús Reyes Heroles, aunque desde luego algunos de estos presidentes recurrieron a grandes políticos y juristas como Antonio Carrillo Flores, Mario Moya Palencia, Porfirio Muñoz Ledo, Enrique Herrera, Alejandro Carrillo Castro, Miguel González Avelar, Sergio García Ramírez entre otros.

A Vicente Fox le preparaban sus “grandes discursos” Adolfo Aguilar Zinser, Carlos Abascal Carranza y Jorge Castañeda Gutman.

Con el regreso del PRI se inaugura una nueva etapa, hay quienes apuestan por la “restauración” del viejo régimen priista y quienes están convencidos de una “renovación”, lo que incluiría el cambio de nombre al PRI, de ahí la importancia del discurso, pues en este último sentido se han advertido las primeras señales tanto en el mensaje de Peña Nieto como en la intervención del diputado Heriberto Galindo quien tuvo a cargo el posicionamiento del PRI en el Congreso antes de la toma de protesta de Peña Nieto como presidente, pues como solía sostener Reyes Heroles “en política la forma es fondo”. De ahí la importancia del discurso.